A veces
A veces me publican algunas de estas notas que escribo sobre
la Encarnación, dando mi parecer por esas “
ligerezas”con las que ha sido
maltratado este espacio en el corazón de la ciudad, y por ende sus placeros
anteriores propietarios, por aquellos que tienen responsabilidad temporal de
años que otorgan las urnas, que más bien parece que esta se le ha otorgado no
por cuatro años sino a perpetuidad.
Afortunadamente
mis llamadas de atención
han servido para sensibilizar a cuantos
también piensan que, estos “conductores” de la
ciudad, tienen que ser
más
cuidadosos al tomar
las peligrosas
curvas de las decisiones, pues a veces es preferible que no lo hagan, sobre
todo cuando se les está terminando la gasolina , del dinero que no es de nadie,
ni tiene responsabilidad derrocharlo y entonces vienen las aceleraciones
caprichosas
y los errores de batacazos,
por que después, tanto la temeraria trazada, como la pirueta caprichosa, una
vez realizados vienen a ser como los diamantes, para toda la vida.
Poco más puedo hacer
que aprovechar esta ventana de papel
para dar un punto de vista irónico
que marque una leve sonrisa a
cuantos ofrezco su lectura, esperando de ellos, algo mas que la complicidad.
Mis habituales se alegran cuando las ven publicadas, y
muchos son los que me llaman por teléfono avisándome del suceso, y otros mas
los que me traen la pagina del noticiario
donde la insertaron.

La ventana de papel
posibilita, invitando a abandonar la pasiva actitud, de la que tanto
provecho saca el pilotaje, para que
al
menos se
cambie
el inexpresivo
rictus de mascara kabuki, que con estas
aceleraciones se nos pone a los viajeros.
Permitiendo a través del cristal de la palabra
alejar la mirada hacia el horizonte
tratando
de vislumbrar
el brillo del charol que siempre hace
levantar el pedal a los conductores irresponsables.
Tengo la impresión de
que no se está llevando la adecuada conducción que tanta responsabilidad requiere, que continúan
los acelerones de pavor, como queriendo en esta ultima fase del recorrido que
todos los aterrados pasajeros
comprobemos la pericia de “volantista”,
una vez gastada las gomas y ni les
cuento los amortiguadores de pasar por los pianos, será por pasar, y en
lugar de rectificar el trazado de las peligrosas curvas finales del recorrido
tocando el freno, el final de este arreon final, Esta visto nada es imposible..
Sevilla a 5 Noviembre de 2005
Francisco Rodríguez Estévez
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