Premio
En dos mil trece, ¡premio! Y es que mientras mas se menea la
cosa mas le crece, la nariz a tantos embusteros de lo publico e incluso de lo
privado, en este tiempo que se premia lo que se premia, estando la cosa como
está.
Esta mañana, y eso
que era bastante temprano, coincidí con uno de esos VIP de gran merito, que
tiene obra realizada por todo el mundo, ni falta hace que os diga que
fue dentro del laberinto.
Una pequeña bolsa delataba la exigua compra de hortalizas,
pues las hojas nos descubrían un nabo, un repollo y la transparencia unas
cebollas, nuevo premio.
Cuando lo saludo, le pregunto por lo del premio a las setas, y
si el perro no come perro, solo acierta a responder que no cree que lo obtenga.
Lastima.
Elude la conversación que he iniciado, sin desayunar, y evita, con un
intento de escapada, atender a mi interés, a mi curiosidad por saber si el conoce el resto de las
propuestas finalistas, y la respuesta es que solo una, la del asilo de ancianos.
Premio, con esta dos.
Inútilmente trata de llegar a la puerta que no encuentra,
como queriendo soltar el lastre que le ocasiona mi interferencia.
Para complacerme, alegra mi oído mostrando su parecer, como
premiado profesional, en lo referente a
las deficiencias que a simple vista se advierten en este espacio que ha sido seleccionado, tanto en las puertas y su
aleatoria colocación, como a los obstáculos que representan esa cantidad de
columnas, que en su opinión, y la mía, hubieran quedado mejor embutidas en los
puestos con otra distribución del espacio, buscando la mejor optimización
comercial, y en especial muestra su disconformidad como experto con la elección
de los materiales empleados, sabiendo el costo alcanzado por el momento. Y es
que según dice la cosa esta muy mala, y no se pone un ladrillo.
Le acompaño por el laberinto hasta encontrar una de las salidas, y sale pitando a
toda velocidad, no sé si por dejar mi inesperada compañía, o vete a saber con
estos artistas, que lo mismo la urgencia le venia por un apreton, o por dejar puesto a la lumbre el pucherito
vegano, pues sin ladrillos no hay solomillos.
Me preocupa que su apuesta sea otra, con el conocimiento que
tiene de ese mundo de los premios, y de jurados internacionales, y que no tenga a
lo de la Encarnación
como ganador, ya que una vez puesto como que le vendría muy bien a esta ciudad
conseguir el premio para que se cumpliera aquello por lo que no tuvo mas remedio el jurado internacional y
de prestigio que emitir el fallo en el concurso de ideas. Nada menos que para
dar a conocer a la ciudad de Sevilla en el mundo, o sea, que sin “setas” no
somos nadie.
Por el contrario, no me queda otra, y esto me sirve para insistir en que
coloquen la puerta, por lo que animo al jurado de este premio de reconocido
prestigio, para cuando vengan a conocer el lugar, no lo miren todo, y por todo lo pasado, que concedan el premio, después de todo un premio, aunque no sea una puerta al menos es mejor que nada.
Sevilla a 2 de Febrero de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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