Si no es picante, es una guarreria
Ilusión
Dice mi viejo diccionario, ese que tengo tan pintarrajeado que ni me explico como se atreve a darme respuestas, que ilusión ,es una palabra que puede tener cuatro significados.
Los dos últimos son tan absurdos que mas que ilusión parece tontería, pues que tendrá que ver ilusión con “cosa picantona”, que sé yo, lo mismo esta aceptación académica nada tiene que ver ni con las papas a la brava, ni con el tabasco, y es algo mas profundo, como una ilusión. Que malo puede haber en hacerse ilusiones, cuando hay cosas peores.
La primera definición la describe como algo sin verdadera realidad, algo que es sugerido por la imaginación, o causado por el engaño de los sentidos. Una pena, pues su origen esta en el error, y ni se imaginan la ilusión que me hacia lo de la puerta.
La segunda dice así: “esperar algo, cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”, y ahí se llega a confundir error con horror.
Viene a ser como lo de la puerta, una ilusión en la desértica calle, una fata morgana, que hacer ver el horror del error, y como las responsabilidades, en el error de la ilusión crean el horror, pues la ilusión, (como la puerta), no existe, y los que la buscan, no te veas cuando se dan cuentan de que cayeron en el error, como largan horrores.
Hoy desde la ventana, la gran ventana que me asoma al poniente, la ventana del laberinto, mirando al tholo de Mamaria, que no es la guarreria, si no el lugar donde me hice el error de entronizar el horror de una Diosa protectora, con una ilusión que solo era, como dice mi diccionario, otro error más en esta Encarnación de los errores.
Pues allí, que ni decir tiene que mirar desde el horror vacui del interior a la calle exterior, la sesnsacion se asemeja a algo en la nada, como al gran vacíoen su soledad, como una dolorosa traspasada de tanta modernidad. Algo tan increíble que de no pasar nadie, en un recorrido de muchos metros, en el centro de la ciudad, y contemplar sin destempalza, que durante algunos minutos sin que transitara un alma, solo pude ver a dos señoras mayores, ambas en carritos eléctricos, ese que con suerte alguna vez puede que nos toque conducir.
Una, la de dorados cabellos venia del vector de poniente de “la venera”, acompañada de una mujer joven de tez morena, posiblemente de allende los mares, la otra, que lucia el blanco de un pelo cuidado en peluquería, tenia en su porte como un toque de distinción, acaso una ilusión, un error, y provenía como de la Anunciación, tal vez de Laraña, y aunque conducía sola, no lo hacia de forma temeraria pues, aun sin trafico, ni de coches, ni de motos, ni bicicletas, ni tan siquiera de personas, no aceleró su especialísimo medio de transporte, ya que llevaba ritmo de batería baja.
Ninguna de las dos, únicas personas, de haber intentado entrar en el laberinto de la llamada plaza municipal de abastos, le hubiera sido posible sin ayudas, por lo cual, en ambos casos, no hizo falta, se marcharon tal como llegaron hasta el error de una puerta inexistente.
Acaso por el olor que allí se concentraba al secarse los orines producidos en el evento nocturno en la "plaza roja".
Pero el error de su ilusión por entrar en la plaza, la de abastos, sería por dar una vueltecita, lo cual las llevó a coincidir en la sabia decisión y alejarse de aquel error, que tanta ilusión podía haberle hecho.
No puede existir mayor error, que hacer creer que una puerta puede ser una ilusión, ni mayor ilusión que hacer una puerta para terminar con el error, ni hacer creer que la puerta es un error, y la ilusión una cabalgata. ¡Ya vienen los Reyes!, Estoy por pedirles un error, otro mas de esos que cuando gano pierdo, esta vez intentare perder, me hará ilusión ganar, y lo mismo, de tanto beneficio, se me olvida el error de lo de la puerta, pues ha quedado evidentemente claro que no era cosa de gobernanza, pues ha quedado demostrado que solo era una ilusión. Cosas del picante.
Sevilla a dos de Julio de 2012
Francisco Rodríguez Estévez
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