sábado, 7 de julio de 2012

Calle de Regina
Plaza, ancha y callejuela

Ancha




Hasta hace unos años, en los que entre caprichos y silencios se propusieron construir esto de lo de la Encarnación, ¡Ay Alameda! apenas nada habia cambiado, y solo el solar esperaba para reconstruir la plaza, según se prometió al derribarla.

Eso que era de los tiempos de Franco, al parecer era algo de suma importancia, según los responsables socialistas del momento, para volver a ocupar el lugar en el mundo, no en vano de nuevo le llamaron ciudad de las personas, cosa que debió ser por aquello de tropezar tantas veces, y quien dice que no fuera por la hipnosis plenaria, de los plenos, que coincidieran tanto sueño.

Hasta entonces, subiendo por la callejuela, hasta alcanzar la ancha de Regina, mirando hacia el sur interminable, se podía contemplar la parte superior de la Giralda, icono de esta ciudad soñada, que no dormida, y que fuera inspiración de tantos artistas.

En la actualidad, cuando se llega a la calle ancha, (un inútil intento de llevar a cabo el eje que llegaría hasta la resolana), el gris de las losetas de granito, en gran parte destrozadas por inadecuadas, los amorfos parterres de una vegetación sedienta, una fuente bulto, de esas modernas que solo deja caer a los transeúnte en lugar de chorros de agua, y un curvo banco de cantería, tan sevillano, tan propio, hace olvidar que ya no puedes divisar, al amanecer, la torre del color de caramelo.

Calle ancha de Regina es la viva imagen del desastre llevado a cabo por una actuación desproporcionada, por mas que el deterioro no empieza con la crisis económica actual, ni tan siquiera con el concurso de ideas, que permitió impedir que otra idea prosperara, esto llevaba para treinta y tres años cuando le metieron la mano.

Mucho tiempo para resistir en la provisionalidad eterna. Evidentemente se pudieron hacer muchas cosas, incluso un magnifico mercado, y con seguridad todas mejores que esta cosa, que en lugar de crear riquezas en el sector, solo se producen cierres. Salvo bares, que siendo (mientras asomaba la Giralda) zona saturada de bares y ruidos. Con las setas tienen bendiciones, vamos que hasta se hacen eventos de todo tipo con barra y selecta neveria.

Se calcula que hasta ocho mil espectadores presenciaron en la plaza de la mayor indignación, la de los usos perroflautas, y cabeza de pancartas, la final de la roja, todo un éxito de la privatización, para hacer buena la frase el edil cuando afirmó aquello de que “con el tiempo aquello, (dijo las setas) quedara´integrado en la ciudad”.

Una predicción digna del “onfalo”que guarda la piedra de tropezar, cual si fuera oráculo de Delfos que lo mismo podía ser del responsable Pito, que no fue” reo”, en este caso de sus palabras, estando el éxito popular en los orines de los amaneceres.

En ancha de Regina todos los locales de la acera izquierda permanecen cerrados, incluso los de la fachada Norte de la Encarnación.

Las feísimas farolas de báculo no hacen más que incrementar en la vacía calle los obstáculos. Hay mas cosas por medio que paseantes. Veladores, parada de bicicletas, contenedores, y puntos de reciclajes.

El tenderete de las vendedoras de cabrillas, y la que pide limosna, nos hace presentir que por algún lugar se debe de encontrar lo que era la plaza de abastos. El fuste reparcheado en la base, se adelanta en la deformada plaza a la desproporcionada escalinata de granito, donde las curvas impiden comprobar si aquello esta hecho así de mal, o ha sido cosa intencionada.

Una barandilla protege dos plantas de cactus en un parterre redondo que hace las veces de un remate, de un adorno asimétrico y descolocado, lo suficiente para que se empiece a entre ver lo que llaman puerta norte, y que da acceso a un pasillo sinuoso, un lugar dificultoso donde reciben la bienvenida con un chorro de aire caliente cuantas personas encontraron que estaba aquello abierto, pues al ser calle privada, plaza privada, vista socializada, museo en concesión, zona de ocio, y mercado municipal, lo mismo ya ni le importa a nadie, que cuando se llega a calle ancha de Regina, una cubierta de cuadriculas de conglomerado de maderas, le impida ver los cielos.

Al menos los vuelos de cortejo de los pájaros, pueden hacer de aquello una reserva ornitológica en el futuro a falta de arboleda. En la calle ancha ancha de Regina, las palomas y las tórtolas buscan su pan, y los chatarreros lo que encuentren, todo ha cambiado tanto, que ni intente buscar la Giralda, seria como si buscara una puerta.

Sevilla a 7 de Julio de 2012

Francisco Rodríguez Estevez

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