lunes, 11 de agosto de 2014


Las perseidas

 

Se me ha pasado esta noche pasada, aquello de asomarme a los cielos y contemplar un año mas el espectáculo, pero aparte de que no me encontraba en el campo donde la negritud del inmenso firmamento se hace indispensable para alcanzar esta visión de lluvia de estrellas, el caso es que, aparte de que se me olvidara, en la ciudad se hace imposible.

El cansancio del ajetreado día de descanso, me hizo llegar bastante cansado a casa, cuando apenas quedaba matices rojos confundidos en los azules y negros de un Poniente que va ganando la batalla al día que concluye, tal como en la parrilla  terminó el diacono romano Laurentis, en fecha coincidente, con la noche en la que el notario de Casares fuera abatido por las ráfagas de un pelotón.

Las perseidas tiene motivo suficiente coma para salir corriendo cada año, por mas que después de la ducha me quedara dormido, y por este verano espero poder a la noche subir para ver desde la azotea el coletazo final.

El silencio de la mañana hacia presagiar que no se tendrían ventas. Ya bien temprano un hombre de aspecto desliñado merodeaba el interior del laberinto, nada mas que como todo Lunes hace la indigencia ávida de un aseo que le oculte la sórdida imagen de sus miserias. Evacuación y colada.

Empieza el segundo tercio del mes que Augusto emperador se consignara como homenaje, y no quería malos augurios, pues es tiempo esperado para hacer el agosto,  así que con la mosca detrás de la oreja, por tercera vez pasa el elemento de referencia mirando los perniles de la Sierra Norte y la Ternera Lechal que apenas se dejan ver por la vitrina convexa, que ni se explica nadie como pudieron hacerla tan mal.

Se detiene,  y  atónito me quedo cuando me llama por mi nombre. ¿Paco?  Se identifica, le reconozco. Resultó se un joven al que durante dos años, 1992-1993, de eso hacia como 19 años fue cliente al que despachaba casi a diario y que había vuelto para saludarme, en su visita a nuestra ciudad  y se encontró sin mercado, con las setas, y buscándome en el laberinto.

Ahora le recordaba mejor, claro que era bastante mas delgado, y joven. El dice que salvo que me encuentra más gordito (como 35 kilos mas) me ha visto que poco he cambiado, eso me hace pensar que debo de obsequiarle con unas tapitas de jamón degustación.

Ahora se decida a la cosa de editoriales  y escritores y al parecer le va muy bien, según dice, antes creo recordar que hacia cosas de teatro y cine. Se marcha mañana, y lleva un poco de jamón para el camino, que cabe esperar que la próxima ocasión si tarda tanto lo mimo ni estoy.

De segunda, mi amigo Miguel, otro Miguel, artista increíble que como ojos de Guadiana, aparece y desaparece sin dejar de ser un grandísimo artista, que además es una de las personas que mas valoran cuanto he dejado escrito sobre esta encarnación de encarnaciones, siempre me anima a continuar.

En esta ocasión para presentarme a un amigo escritor, ganador de premios, del que solo recuerdo que me dijo que se llama Pablo, espero que mi débil memoria no me lo deje en el olvido. Pero, si he olvidado las Perseidas, me hace dar cuenta si se hace necesario acordarse de lo que no se recuerda. Acaso por eso lo de la Encarnación está escrito.

Sevilla a 11 de Agosto de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

 

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