sábado, 28 de junio de 2025

Ni de eso, ni del pasado, ni de sexo

 


Tenía que ser temprano, el calor nos aplatana de tal forma la tensión que nos deja por los suelos lo cual no dejaría de ser un número, así, con la puntualidad que acelera mas mis piernas que el agitado corazón detenido ante la verja la demora de ella son minutos eternos.

Deberíamos de encaminar los pasos a ese lugar que me facilitarían la clave del documento pero lo que son los destinos buscamos el camino de la suerte, caminando hablamos de eso de lo que no hablamos, y que es junto al pasado y el sexo todo lo que se nos hace futuro, por el momento ignoto, como la suerte que buscamos.

Ya nada se guarda en el lenguaje críptico de los deseos pues como ella dice mientras más se ejercita se pone más dura, y no deja de ser algo tan cierto en todos los sentidos pues incluso causa risa eso, por lo que sujeto la carcajada y pongo la mano en la mandíbula como ella, cuando pueril me pregunta que me causa tanta risa que la contagia tambien a la suya.

"Si se ejercita se pone más dura" el colgajo de piel, y ya me parto al verla alzar los dos brazos como si la estuviera encañonando con mi pistola. Imaginen que se trata de la flacidez del bíceps  en las personas que no lo ejercitan, y yo pensando  en sus palabras sin saber que era el pendejo de los brazos lo que se endurecía.

Entro en “Peña” busco calcetines de bambú, no tienen, cuando salgo, la veo secandose los ojos irritados y acierta a decirme que por el momento que la he descuidado por poco se ahoga, ¡menos mal!  se ha pàsado, que de haberme dado cuenta le hubiera realizado  la maniobra de Heimlichi, y me dice que si la hubiera cogido por la espalda para abrazarla  y salvarle la vida, ella se hubiera agachado la cabeza, y abriendo las piernas al máximo, me hubiera cogido por una de las mías con la intención de derribarme,  por lo cual me hubiera tirado al suelo sin pensar ni en mi columna, ni lo que hubiera supuesto un trauma craneoencefálico a mis años. Por suerte no se me ahogó, que si no.... me mata.


En nuestro bar, el bar que no es de nuestra propiedad pero es nuestro como ese sitio donde nos vimos por primera, por segunda por tercera y por cuarta o quinta vez, nuestro bar, donde nos sentamos y nos sentimos,  la sorpresa es que hoy nos invita el camarero, no me dirán que algo pasa.

He tratado siempre de evitar el posible encuentro, y no por mí, pero era más que posible que en alguna ocasión tal como antes, se diera. 

Mi saludo ha sido el de siempre, acaso ella estirara el cuello, cuando pasaba agachando ligeramente la encendida y desajustada visaje. Ya pasó, y no pasó nada en este lado de mirada clara y altiva, del otro lado ni me importa.

 Y en este camino  de continuidad llegamos a donde la pareja casi de nuestra edad, un amigo de cuartel, luce desigual y nada que ver con la que formamos, ella pequeña, y la piel le paso factura reseca y arugada, el,  su lustroso y enormemente deportivo marido la empequeñece.

Es la naturaleza y la edad, confiesa o cree que la espalda se le acaba pronto, me parece que en justo sitio,  aun cuando no he podido calcular como aquel que caminaba por delante  de nosotros y deslizaba repetidamente su mano izquierda a todo lo largo de la señora, que no hacía ascos al rodeo placentero del roce, y acababa con dos catecitos sonoros en el culete. Una forma de decir te quiero.

La naturaleza hace que con la edad donde hubo pugnaces senos quedaran en pimientos fritos, donde limones del Caribe quedaron planchados y secos como higos de Almoharin, y aquellos colgajos que guardaron epitelios de vida ahora cuelgan en algunos, como péndulos vacuos, que no es mi caso que por mi genética aun permanecen juntitos y bien arribita como el tigre, pero no es cosa que hablemos cuando llegamos a la reja conventual que me la guarda, hoy las niñas pasaran un divertido rato. Y ella lo sabe.

Sevilla a 28 de Junio de 2025

Francisco Rodriguez

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