lunes, 9 de junio de 2025

Regresion al pasado

 

Con los ojitos de la cara

Nada mas abrir el móvil facebook me dice que una persona que me quiere está pensando en mi, ver segunda contestación de wapsap. Ni me falto tiempo y no me pareció extraño que pensara en mí, pero que me quiere al menos, aunque algo, aun no me lo manifiesta.

Dice, salgo a las diez, son las ochos, estoy lejos pero llegaré a tiempo en esta mañana de un nublado Pentecostés que le ha venido bien a los rocieros haciendo más llevadera la temperatura que allí se alcanza de emociones y lágrimas.

Llego en punto, lo hice casi corriendo y se me nota que con los ojitos de la cara,  y mi ojito izquierdo que es sensible un pelín cerradito, iba rápido y al parar noté que  me chorrea el sudor por detrás de los perniles del pantalón, la veo y sé que también trae los ojitos de su cara en la bajísima tensión  que le causa su sensible corazón, bueno pues no es hora de pararlo hay faena.

Hay que llevar el aceite usado para que lo reciclen, hay que echar la primitiva y comprar pescado, también tenemos que ver la jacaranda en ramo y enviar la foto a María, y hablar de lo que podemos hablar, aunque hoy hemos sobrepasado los límites, estábamos en lo que se llama regresión.


Son las cosas que no las recuerdo y ella se acuerda de mí de tal suerte que me ayuda a conocerme tal como era yo mismo que ni tan siquiera me conozco. Tiene un amplio recuerdo de mis acciones e incluso de promesas que le hice tirado en el suelo, cuando ella se moría de vergüenza al ver a ese tío tan largo diciéndole tonterías.

Le he jurado que la creo todo lo que desconocía de mi, ha sido una experiencia magnifica, que, de quien quiero llegar al futuro tenga en su corazón guardado mi pasado. No me negaran que no es bonito. Es de película. Pero se reserva mucha parte del guion y esto de seguir así  va a perecer una novela turca, con lo bonito que acaba en El Estanque Dorado, con los colimbos en danzas de cortejo y los dos ancianos mirando el dorado poniente reflejado en la ondulación de las aguas.

Creo que el mejor final, al menos ella, que no parezca esto lo de la Mama, desde el mayor hasta el menor que diría Charles Aznavour, cuando tantas risas nos quedan por tener compañera del alma compañera, aun con la tensión por los suelos y con los ojitos del alma en regresión hacia aquel tiempo que la llame Popotito, para que permaneciera por más de sesenta y cinco años lo más hermoso que jamás se puede decir, y tarde y torpemente a ”mi Popotito yo le doy mi amor” y ya no se enfada, y es que con la tensión baja no vale la broma.





Sevilla a 9 de Junio de 2025

Francisco Rodriguez

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