Tres, en una mañana
(Lo mismo eran cuatro)
Era demasiado temprano, como para pensar que nadie me
esperara, pero allí estaba, en la desértica calle, delante de mi puesto, viendo
tras los cristales de la gran ventana como empezaba a clarear el día, que por
cierto se presagiaba crudo, nada menos que mirando la barreduela de la
tontería, tholos de mamaria, donde evidentemente falta la puerta.
Casi me pareció que se trataba de un indigente, mochila a la
espalda, por el atuendo chándal y anorak de discretos colores. Me devuelve los
buenos dias de educado saludo con un extraño balbuceo.
No le pierdo vista.
Va de un lado para otro, aparece y desaparece, hasta que al filo de las ocho
llega con un diario en las manos. Permanece en pie, en la calle, apoyado en la
baranda del peligroso hueco que hace de
centinela en la lagrima teutónica, a la que fortuna no le pusieron la fuente
bulto.
Desde este lado puedo leer BILD, ¡caspita! (cierto que pensé otra cosa) y me dije…. este tío va
a ser de los de la madera. Dicho y hecho. Se trataba de un técnico que tenia
que estar trabajando en esta Encarnación imposible. No dude en llamarle para
que me informara de su rara presencia, por lo que según me dijo, en alemán por
supuesto, y con mi traducción libre, (guten morgen), que la empresa no había
dispuestos nada para que el pudiera llevar a cabo su trabajo, y en especial
cuando al parecer la cosa de seguridad estaba flojita, y por lo cual según se desprendía de sus palabras que
mañana en la mañana estaría en Alemania.
Autfidensen.
Mientras tanto, se
sentó sobre las hojas deportivas del periódico el banco de piedra, eficaz
medida para quitarle el frío a la parte de atrás, intentando calentarse los
huesos justo donde únicamente llegaba un tibio rayo de Sol.
La calle permanece vacía. Apenas puede verse a nadie desde
esta gran ventana, pero mira por donde aparece otro buen señor, provisto de cámara
digital sacándole foto a todo. Parecía que un tic nervioso le hubiera cogido el
dedo, y la mirada del obturador capturara todos los instantes de un momento.
Clic a la escalera, clic a la baranda, clic al hueco, al tholos de Mamaria, a
la travesía central desde el exterior, a los perfiles de aluminio, a la puerta
de la basura, e incluso a los husillo, esos que continuamente están atascados.
No lo puedo evitar, salgo, y le pregunto si trabaja para algún
medio, y me dice que esta sacando fotos por que esta realizando, por encargo
del Ayuntamiento de Sevilla, un informe sobre el Mercado de la Encarnación.
Sin pensarlo le invito a que pase, que pase y vea, para que
su informe tenga muchos mas datos, y en
plis plas, tan solo le comento lo de las columnas, lo de la accesibilidad, lo
de las fotovoltaicas, lo del reglamento de mercado y lo de la ventilación, las
puertas aleatorias, y…………. que pueden pensar que pasó. Efectivamente. Salio de
najas, y no le volví a ver el pelo. Ni que decir tiene que estoy deseando de
que salga el informe, pues justo será que se publique, a menos que sea un
trabajo de los que se encargan y no hay
quien sepa ni para que sirve, ni cuanto costó, y menos que aplicación se le
puede dar a la opinión del profesional de los estudios, y su dossier
encuadernado en cuero.
Por un momento pensé en perseguirle, y darme el carreron,
pero ya nos enteraremos, por lo que me dispuse a desayunar y mira por donde el
septuagenario acompañado de su esposa, pregunta airadamente donde se encuentra
la puerta de salida, y en su disposición
en lo adverso, quiere llevar a cabo una protesta, y mira por donde me
viene a preguntar primero que donde esta el responsable, y segundo que a quien
tiene que dirigirse para formular su protesta por la pésima colocación de las
puertas. No me queda otra le remito al que puede hacerla por escrito en
cualquier oficina de distritos, y también en el registro del Ayuntamiento. Dice
a viva voz que se van a enterar. No sé, no creo que ni que escriba la protesta, y menos que le
puedan hacer el menor caso si lo que solicita es que se abra la puerta
inexistente.
Por supuesto que la persona supuestamente encargada
difícilmente se puede encontrar en la oficina que tiene en un lugar donde quedan
demasiados cables a la vista, sobre todo por la cantidad de tareas que tiene
que desarrollar cada día en el multidisciplinar complejo. Pero mira por donde,
no podía dar crédito, que para eso están los bancos, y le veo subido en lo alto
de la enorme grúa articulada, y es que esta responsabilidad es tan joven e intrépida,
que sin mucha experiencia en la conducción
de maquinaria peligrosa, como que no ve el peligro, ni la puerta.
Sevilla a 17 de Enero de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
No hay comentarios:
Publicar un comentario