jueves, 17 de enero de 2013


Tres, en una mañana

(Lo mismo eran cuatro)

 

Era demasiado temprano, como para pensar que nadie me esperara, pero allí estaba, en la desértica calle, delante de mi puesto, viendo tras los cristales de la gran ventana como empezaba a clarear el día, que por cierto se presagiaba crudo, nada menos que mirando la barreduela de la tontería, tholos de mamaria, donde evidentemente falta la puerta.

Casi me pareció que se trataba de un indigente, mochila a la espalda, por el atuendo chándal y anorak de discretos colores. Me devuelve los buenos dias de educado saludo con un extraño balbuceo.

 No le pierdo vista. Va de un lado para otro, aparece y desaparece, hasta que al filo de las ocho llega con un diario en las manos. Permanece en pie, en la calle, apoyado en la baranda del peligroso hueco que  hace de centinela en la lagrima teutónica, a la que fortuna no le pusieron la fuente bulto.

Desde este lado puedo leer BILD, ¡caspita! (cierto  que pensé otra cosa) y me dije…. este tío va a ser de los de la madera. Dicho y hecho. Se trataba de un técnico que tenia que estar trabajando en esta Encarnación imposible. No dude en llamarle para que me informara de su rara presencia, por lo que según me dijo, en alemán por supuesto, y con mi traducción libre, (guten morgen), que la empresa no había dispuestos nada para que el pudiera llevar a cabo su trabajo, y en especial cuando al parecer la cosa de seguridad estaba flojita,  y por lo cual  según se desprendía de sus palabras que mañana  en la mañana estaría en Alemania. Autfidensen.

 Mientras tanto, se sentó sobre las hojas deportivas del periódico el banco de piedra, eficaz medida para quitarle el frío a la parte de atrás, intentando calentarse los huesos justo donde únicamente llegaba un tibio rayo de Sol.

La calle permanece vacía. Apenas puede verse a nadie desde esta gran ventana, pero mira por donde aparece otro buen señor, provisto de cámara digital sacándole foto a todo. Parecía que un tic nervioso le hubiera cogido el dedo, y la mirada del obturador capturara todos los instantes de un momento. Clic a la escalera, clic a la baranda, clic al hueco, al tholos de Mamaria, a la travesía central desde el exterior, a los perfiles de aluminio, a la puerta de la basura, e incluso a los husillo, esos que continuamente están atascados.

No lo puedo evitar, salgo, y le pregunto si trabaja para algún medio, y me dice que esta sacando fotos por que esta realizando, por encargo del Ayuntamiento de Sevilla, un informe sobre el Mercado de la Encarnación.

Sin pensarlo le invito a que pase, que pase y vea, para que su informe tenga muchos mas datos, y  en plis plas, tan solo le comento lo de las columnas, lo de la accesibilidad, lo de las fotovoltaicas, lo del reglamento de mercado y lo de la ventilación, las puertas aleatorias, y…………. que pueden pensar que pasó. Efectivamente. Salio de najas, y no le volví a ver el pelo. Ni que decir tiene que estoy deseando de que salga el informe, pues justo será que se publique, a menos que sea un trabajo de los que se encargan y  no hay quien sepa ni para que sirve, ni cuanto costó, y menos que aplicación se le puede dar a la opinión del profesional de los estudios, y su dossier encuadernado en cuero.

Por un momento pensé en perseguirle, y darme el carreron, pero ya nos enteraremos, por lo que me dispuse a desayunar y mira por donde el septuagenario acompañado de su esposa, pregunta airadamente donde se encuentra la puerta de salida, y en su disposición  en lo adverso, quiere llevar a cabo una protesta, y mira por donde me viene a preguntar primero que donde esta el responsable, y segundo que a quien tiene que dirigirse para formular su protesta por la pésima colocación de las puertas. No me queda otra le remito al que puede hacerla por escrito en cualquier oficina de distritos, y también en el registro del Ayuntamiento. Dice a viva voz que se van a enterar. No sé, no creo que  ni que escriba la protesta, y menos que le puedan hacer el menor caso si lo que solicita es que se abra la puerta inexistente.

Por supuesto que la persona supuestamente encargada difícilmente se puede encontrar en la oficina que tiene en un lugar donde quedan demasiados cables a la vista, sobre todo por la cantidad de tareas que tiene que desarrollar cada día en el multidisciplinar complejo. Pero mira por donde, no podía dar crédito, que para eso están los bancos, y le veo subido en lo alto de la enorme grúa articulada, y es que esta responsabilidad es tan joven e intrépida,  que sin mucha experiencia en la conducción de maquinaria peligrosa, como que no ve el peligro, ni la puerta.

Sevilla a 17 de Enero de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

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