lunes, 28 de enero de 2013


LA LAVADORA


En la jofaina acabaran cuajándose las gotas de la sangre del animal sacrificado, un añojo de raza frisona cuya cabeza cuelga de un gancho de hierro, pintado en blanco, que traspasa los limites del pequeño negocio, evidentemente  ampliado con el suplemento sui generis de una cubierta de loneta al parecer plastificada.

El vendedor y su acompañante, un amigo jubilado que llegó montado en  la pequeña “amotillo”,  como ya no tiene otra cosa que hacer, esperan al público.

Los puestos cerrados de los lados nos hace pensar que aquello tiene poca afluencia, poco negocio, si acaso el turista que realiza la foto. Quien quita que la ubicación no tenga cercana una puerta.

En la vitrina, posiblemente tan apagada de frío como de luz, cosas del ahorro, apenas deja ver si  hay unos pequeños trozos de carne, en  el rastrel intermedio, saliente y transgresor, que gana espacios llegado el caso, y para que no manche el cristal cuelga una maza redonda completa, pata izquierda, algo reseca en la maduración de varios días a la intemperie.

Sobre la artística columna que sirve de intersección y separación de los establecimientos, los azulejos reflejo verde y blanco forman una figura diagonal, en el de la derecha se aprecia una escoba, en la izquierda una tarifa general de precios se muestra al publico,

Detrás de la preciosa cabeza del animal abatido destilando los fluidos que le quedan, dos ganchos escurren parte de sus entrañas, que en su gotear manchan tanto la dama horizontal del pavimento hidráulico como la unión del que traza la diagonal para diferenciar los dominios. Veranda celeste, veranda blanca. La bolsa con agua hace de repelente ecologico, para que no se acerque ni una mosca.

Cabe pensar que el vendedor, que cubre su cabeza con el fez, acaso también vista chilaba, y calce babouchas, esté esperando a la clienta que tiene la compra en la bolsa de plástico que cuelga de un gancho, y en la espera, que le aparezca alguien que adquiera la lengua antes de crezca por el peso.

Una persona acompaña en la instantánea, pero no forma parte del encuadre, y tiene apoyada la mano en la lavadora, maquina que lo mas seguro sea que pertenezca al vecino de la derecha, que aun mantiene el suelo de cemento original. Delante de la puerta celeste, justo detras de la lavadora, se aprecia un frigorifico. Mas que mercado parece un dasahucio en tolda regla. No nos moveran. 

Solo una cosa llama mas la atención del observador, pues no se trata de la lavadora, que como se comprueba puede estar allí perfectamente, incluso haciendo un lavado, dado que ni la directora de mercado, ni la veterinaria de servicio, ni la inspectora tienen argumentación alguna para ordenar que se retire, claro que ni en Túnez las mujeres hacen esas cosas, ni mucho menos el frigorifico, si se puede utilizar el congelador, pero el detalle está en el final, y es que aparece un estrechísimo pasillo, y convendrán conmigo que eso debe de dar posiblemente a la calle, con lo cual la deducción que puede hacerse es que al final siempre lo que hay es una puerta, ni que decir tiene que lo de la puerta es una conjetura , pero es que no queda otra solución para averiguar lo que pueda haber al final del pasillo.

 Sevilla a 28 de Enero de 2013   

Francisco Rodríguez Estévez


 

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