Oír, escuchar
Me ha costado, y de verdad que no ha sido fácil, pero era aconsejable
desprenderme de esos archivos que acumulaban espacio en la memoria del nuevo
ordenador, y que a la mía, abrir sus recuerdos, no se los traía buenos. Durante
dos tardes me ha llevado compilar para su destrucción lo que durante tantos
años tuve por guardar los trozos de una mala historia, a la que le pronostiqué
los resultados que se dieron, mas parecía un oráculo, pero que nada pudo evitar
lo sucedido, mas cuando ha sido evidente que poco importaba que fuera ocho que
ochenta. Todos felices. Ahí seguimos.
Han sido unos trescientos escritos, todos debidamente
cursados, la mayor parte justo entre 2003
y 2011, algunos también anteriores al 1992, pero tengo la seguridad que no los
encontraremos en ningún archivo de esta incooperante cooperativa, y ni pensar siquiera
de que alguno de sus socios quiera recordar si recibió alguno.
No he sido capaz de eliminarlos todos, he dejado dos que
hacen una síntesis, de la dirección que con buena asignación tuvo esta sociedad
en los últimos veinte años, justo hasta la fuga, pues ni cuentas se cerraron, y
al tiempo, la actuación de los distintos asesores, en ambos casos el tiempo nos
demostró, que los intereses no fueron los que se debieron de llevar a cabo
cuando se trataba de una cooperativa. El otro recuerda al sumiso colectivo,
incapaz de razonar ninguna de las actuaciones que se dieron, ni las consecuencias
que pudieran darse, tal como llego a ocurrir. Hoy ni me explico como se llegaron
a modificar los estatutos, ni como se mantienen en vigor, una vez cumplido el
objeto social, ni como se pudo permitir que este se incumpliera tantas veces
por aquello que deberían de velar por su cumplimiento.
Muerto el perro se acabó la rabia. Una vez acabado, ni me
queda una minima preocupación después de todo lo acaecido. El tiempo diluyó el pensamiento
de lo pudo ser, pero evidentemente no puedo dejar de pensar en lo que ha sido.
Hoy me ha venido bien borrar de la memoria los trozos de esta descabellada
historia que sucedió en lo de la
Encarnación , donde todo lo ocurrido se pudo ver, el que lo
quiso, leer, y por supuesto oír, pero que fue algo que nadie quiso escuchar, ya
se encargaron los que cobraban, y de esos ni les cuento, el tiempo lo ha dicho
todo. Lo malo, o lo bueno, el caso es que se acabó la historia, y ahora, aunque quisiera,
no le podría enviar ni una sola copia de ninguno de los escritos, aunque fuera para
saciar la curiosidad, e incluso para llegar
a creer que esto sucediera, pues ni modo, ha partir de hoy forman parte de la historia
sin memoria.
Sevilla a 9 de Diciembre de 2012
Francisco Rodríguez Estévez
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