domingo, 9 de diciembre de 2012


Oír, escuchar

 

Me ha costado, y de verdad que no ha sido fácil, pero era aconsejable desprenderme de esos archivos que acumulaban espacio en la memoria del nuevo ordenador, y que a la mía, abrir sus recuerdos, no se los traía buenos. Durante dos tardes me ha llevado compilar para su destrucción lo que durante tantos años tuve por guardar los trozos de una mala historia, a la que le pronostiqué los resultados que se dieron, mas parecía un oráculo, pero que nada pudo evitar lo sucedido, mas cuando ha sido evidente que poco importaba que fuera ocho que ochenta. Todos felices. Ahí seguimos.

Han sido unos trescientos escritos, todos debidamente cursados, la mayor parte  justo entre 2003 y 2011, algunos también anteriores al 1992,  pero tengo la seguridad que no los encontraremos en ningún archivo de esta incooperante cooperativa, y ni pensar siquiera de que alguno de sus socios quiera recordar si recibió alguno.

No he sido capaz de eliminarlos todos, he dejado dos que hacen una síntesis, de la dirección que con buena asignación tuvo esta sociedad en los últimos veinte años, justo hasta la fuga, pues ni cuentas se cerraron, y al tiempo, la actuación de los distintos asesores, en ambos casos el tiempo nos demostró, que los intereses no fueron los que se debieron de llevar a cabo cuando se trataba de una cooperativa. El otro recuerda al sumiso colectivo, incapaz de razonar ninguna de las actuaciones que se dieron, ni las consecuencias que pudieran darse, tal como llego a ocurrir. Hoy ni me explico como se llegaron a modificar los estatutos, ni como se mantienen en vigor, una vez cumplido el objeto social, ni como se pudo permitir que este se incumpliera tantas veces por aquello que deberían de velar por su cumplimiento.

Muerto el perro se acabó la rabia. Una vez acabado, ni me queda una minima preocupación después de todo lo acaecido. El tiempo diluyó el pensamiento de lo pudo ser, pero evidentemente no puedo dejar de pensar en lo que ha sido. Hoy me ha venido bien borrar de la memoria los trozos de esta descabellada historia que sucedió en lo de la Encarnación, donde todo lo ocurrido se pudo ver, el que lo quiso, leer, y por supuesto oír, pero que fue algo que nadie quiso escuchar, ya se encargaron los que cobraban, y de esos ni les cuento, el tiempo lo ha dicho todo. Lo malo, o lo bueno, el caso es que  se acabó la historia, y ahora, aunque quisiera, no le podría enviar ni una sola copia de ninguno de los escritos, aunque fuera para saciar la curiosidad,  e incluso para llegar a creer que esto sucediera, pues ni modo, ha partir de hoy forman parte de la historia sin memoria.

Sevilla a 9 de Diciembre de 2012

Francisco Rodríguez Estévez

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