jueves, 18 de marzo de 2010

HACE SEIS AÑOS

Acabo de encontrar esta carta que esta escrita hace seis años

Leitmotiv

A esta Encarnación de Sevilla, a la que buscan” a como sea” (sic), “ una nueva encarnadura” (también sic), le acompaña en esta ocasión la peor de las compañías, las prisas, que además, suelen ser malas consejeras. Se le ha marcado unos plazos para acabar con tan manido tema, y dicen nuevamente que esta vez va en serio. Son plazos de urgencias, como queriendo resolver el entuerto, ocasionado por la pasividad de tantos años, antes de que finalice este pacto de progreso, pero no aciertan con la solución. A esto de la Encarnación parece que intencionadamente no se le aplica el sentido común, ni se hace una reflexión histórica a los treinta y un años, de momento, de vacío. A esto de la Encarnación parece que se le olvidaron, otra vez, el meollo de la cuestión, su razón de ser, que no deja de ser otro que su plaza de abastos. Una plaza de abastos moderna y a la altura de los tiempos que corren que debería de haberse construido hace veintisiete años, al menos eso fue lo que las autoridades ofrecieron en su momento a los expropiados placeros, que aun aguantan en una provisionalidad de eterna paciencia, no se sabe que, pero esperan a que suene la flauta de la obertura de su prometida reconstrucción, o las trompetas de Jericó. No es nuevo de que aparezca la amnesia en las molleras de los pensantes, lo penoso es que en ocasiones se les llene la boca de silencios, tal vez sea esta la causa de que ni se empieza, ni se acaba. Debe ser que creen que el silencio contesta a todas las preguntas. Hay obras inacabadas y otras que no comienzan nunca, la Encarnación, híbrido de ambas, la iniciaron varias veces, pero la realidad reflejada en penosa imagen de las ruinas de Hispalis anegadas, es que jamás empezaron. La visión patética establece, tal como la obra musical, la enorme tristeza que su autor sentía en el momento de su concepción. En la Encarnación se gesta una obra concebida tristemente, un embarazo no deseado. Por eso no basta repetir una y otra vez lo del mercado, soniquete incansablemente repetido, tal como canon que comienza la flauta del famoso bolero, invitando a los demás elementos de la orquesta a sumarse a la cadencia, reiterando su pegadiza melodía que alcanza su cenit en la fuerza de los metales, como en casi todo, y las cuerdas envolviendo, que no liando, el leitmotiv de la epatante, por sencilla, genial obra de Rabel. En esta Encarnación el mercado es el olvido, ninguna explicación, ninguna queja, silencio interminable, cuando es el tema, el motivo, y para colmo los metales, siempre escasos, no suenan.

Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla 12 de Mayo de 04

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