jueves, 3 de octubre de 2013




 La chiquelleria

Tengo la suerte de ver a diario como los más pequeños se muestran, en su inocente actitud, ante la figura de poliéster de un ternero de tamaño natural. Son para verlos. Ni se lo imaginan como muestran su cariño abrazando y besando e incluso mugiendo ante esta pieza que pertenece al Belén de la Hermandad del Valle, y que tengo en custodia, para disfrute de todos aquellos que se acercan para  acariciarla.

Es cierto que también a algunos les causa susto, y no quieren ni acercarse, pero son los menos. Puedo tener la memoria de la conducta sorprendente de Nilo, que quería llevárselo pero descubrió que no había una puerta para sacarlo. Marcelo que por fin alcanzó la posibilidad por subirse encima, pues llevaba meses en los que su edad no se lo permitía. Iván que conoce perfectamente el mugir del ternero e identifica el cerdo de un cartel de la feria  del Jamón en la Sierra de Huelva.

Son todos, pero hoy quiero recordar a Alma, que no le llega la cabeza al cuello de la ternera, y apenas balbucea pocas palabras a sus quince meses, pero todo su afán es acariciarle la boca a la “vaquita” por lo  que tiene que elevar sus bracitos, pero mas parece que tiene toda la intención de cogerle una oreja a la que no alcanza.

Esta figura que hace las delicias de los niños, y mugir a los abuelos, se encuentra  allí gracias a la generosidad del mayordomo de la hermandad vecina, que imagino que comprobará al pasar, los efectos que causa este patrimonio en los menores, si malo será cuando tenga  que ocupar el lugar que le corresponde sea reconocido por estos  que tanto cariño le profesan, y en lugar de besar al Niño Dios, quieran subirse  a toda costa.

Es también de reconocer que el encargado de mantenimiento, hubiera optado por permitir  su colocación, aun siendo un lugar tan estrecho que ni cumple el reglamento de mercado, pero  alguien debe de ser responsable que se permitiera realizar viario con menos de cinco metros de anchura.

Es cierto que el Sr. Pulido tiene  una tarea algo difícil, pues no es fácil gestionar tantos escondites de una modernidad en la que las deficiencias superan con sus deterioros  el ritmo de conservación y mantenimiento. Acaso sea el alma que no se ve del Metropol, pero aun en las ausencias, me consta que está  esta en todo momento atento a lo sucede, y me confirma que mi reiterada petición, a la que no puede tener respuesta propia, la tiene trasladada a los responsables. En esa estamos, solo que para los responsables, mas que informados, este asunto es algo que se la repampifla, o sea, que ni para cumplir la Ley.

La lluvia de la mañana hace que mas personas busquen la puerta inexistente, aprovechando la escampada, Alma se despide de la figura de poliéster de un ternero con un beso. Con un hasta mañana la, conforta su madre sentándola en el carrito,¡hasta mañana, vaquita!, ¡hasta mañana!  No creo que el encargado de mantenimiento mañana tenga la respuesta, pero volveré a preguntarle.

Sevilla a 3 de Octubre de 2013

Francisco Rodríguez Estévez

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