Tengo la suerte de ver a diario como los más pequeños se muestran,
en su inocente actitud, ante la figura de poliéster de un ternero de tamaño
natural. Son para verlos. Ni se lo imaginan como muestran su cariño abrazando y
besando e incluso mugiendo ante esta pieza que pertenece al Belén de la Hermandad del Valle, y
que tengo en custodia, para disfrute de todos aquellos que se acercan para acariciarla.
Es cierto que también a algunos les causa susto, y no
quieren ni acercarse, pero son los menos. Puedo tener la memoria de la conducta
sorprendente de Nilo, que quería llevárselo pero descubrió que no había una
puerta para sacarlo. Marcelo que por fin alcanzó la posibilidad por subirse
encima, pues llevaba meses en los que su edad no se lo permitía. Iván que
conoce perfectamente el mugir del ternero e identifica el cerdo de un cartel de
la feria del Jamón en la Sierra de Huelva.
Son todos, pero hoy quiero recordar a Alma, que no le llega
la cabeza al cuello de la ternera, y apenas balbucea pocas palabras a sus
quince meses, pero todo su afán es acariciarle la boca a la “vaquita” por lo que tiene que elevar sus bracitos, pero mas
parece que tiene toda la intención de cogerle una oreja a la que no alcanza.
Esta figura que hace las delicias de los niños, y mugir a
los abuelos, se encuentra allí gracias a
la generosidad del mayordomo de la hermandad vecina, que imagino que comprobará
al pasar, los efectos que causa este patrimonio en los menores, si malo será
cuando tenga que ocupar el lugar que le
corresponde sea reconocido por estos que
tanto cariño le profesan, y en lugar de besar al Niño Dios, quieran
subirse a toda costa.
Es también de reconocer que el encargado de mantenimiento,
hubiera optado por permitir su colocación,
aun siendo un lugar tan estrecho que ni cumple el reglamento de mercado, pero alguien debe de ser responsable que se
permitiera realizar viario con menos de cinco metros de anchura.

Es cierto que el Sr. Pulido tiene una tarea algo difícil, pues no es fácil
gestionar tantos escondites de una modernidad en la que las deficiencias superan
con sus deterioros el ritmo de conservación
y mantenimiento. Acaso sea el alma que no se ve del Metropol, pero aun en las ausencias,
me consta que está esta en todo momento
atento a lo sucede, y me confirma que mi reiterada petición, a la que no puede
tener respuesta propia, la tiene trasladada a los responsables. En esa estamos,
solo que para los responsables, mas que informados, este asunto es algo que se
la repampifla, o sea, que ni para cumplir la Ley.
La lluvia de la mañana hace que mas personas busquen la
puerta inexistente, aprovechando la escampada, Alma se despide de la figura de poliéster
de un ternero con un beso. Con un hasta mañana la, conforta su madre sentándola
en el carrito,¡hasta mañana, vaquita!, ¡hasta mañana! No creo que el encargado de mantenimiento mañana
tenga la respuesta, pero volveré a preguntarle.
Sevilla a 3 de Octubre de 2013
Francisco Rodríguez Estévez
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