lunes, 10 de octubre de 2011

El corro de barra

Que no quiero verla

A escasos metros de donde no existe la puerta, se produjo el encuentro. Desde la inmensa panorámica que ofrece la cristalera se pudo apreciar con todo detalle los saludos de rigor. De un lado la responsabilidad de gestión con sus técnicos, y del otro la irresponsabilidad política, con su correspondiente comitiva.
Tras los cristales recabo la atención del edil, agitando los brazos como en un lenguaje de banderas, y cuando esto sucede, en el argot “monteseirinesco” del mimo, pongo en vertical las palmas de mis manos, para juntarlas, a modo de iniciar un Padrenuestro rogativo, y posteriormente separarlas, tal que fueran como hojas deslizantes de una puerta inexistente.
Que no quiero verla. Acaso, sin querer enterarse, ni preocuparse de la extraña demanda, el edil irresponsable, (que no tiene responsabilidad en el gobierno de la ciudad) gira la cabeza llevando la mirada hacia otro lugar, lo cual lleva al grupo a contemplar la silenciosa petición que desde el otro lado del cristal le solicitaba.
El técnico responsable masculla unas palabras que se puede leer en sus labios, “no es pesao”.
Una hora mas tarde en el restaurante volvemos a coincidir, de tal suerte que me he vuelto invisible, pues mientras el grupo permanece en un tapeo de trabajo, en el que seguro que ni se habla de las fotovoltaicas, ni de la puerta, ni de los olores, nadie me llega a ver, ninguno de los presentes repara en mi presencia, (otras veces requerida) y eso que aun no les habían servido las viandas.
Apenas hay unos centímetros que separan la reunión que mantiene el político irresponsable, con esta de la que formo parte, junto al gerentes de una importante firma de jamones, y el director comercial de unas afamadísimas bodegas del marco Jerez-Xeres-Sherry, que han venido a Sevilla para saludarme.
En una de las mesas almuerza mi familia, motivo por el cual decido quedarme y hacer lo propio junto a ellos, no sin antes despedir a mis acompañantes hasta la puerta, pues ambos, por sus ocupaciones, declinan mi invitación.
Desde el lugar que ocupaba en la mesa podía ver al edil y sus acompañantes, a nada que levantara los ojos, para tomar pan, entre cucharadas.
Mientras almorzaba, el cercano corro mantenía un tapeo informal de trabajo en la barra, pero en ningún momento advertí que ninguno de sus componentes llegara a mirar al lugar donde me encontraba, y eso que apenas nos separaban tres metros de distancia.
Acabado el almuerzo abandonamos el local, pero allí sigue formado el grupo e trabajo, con la de balón en las manos, vete a saber que asuntos han podido debatir.
¿La sostenibilidad?, ¿las penalizaciones? ¿La Ley FERAEE? ¿El Tholos, para Ceres? Que mas da,cuando todo se puede ver en la curva del cristal. Seguro que no han podido hablar de la puerta inexistente. Que no quiero verla.
Sevilla a 10 de octubre de 2011
Francisco Rodríguez Estévez

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