miércoles, 22 de diciembre de 2010

El nuevo tiempo

Llegó el invierno

Como todo llega, nos llegó el invierno en las vorágines de las fiestas del Equinoccio, el “plan centro”, y para colmo con la lluvia y las prisas, la inauguración de una parte de lo de las setas, con pitada incluida.
Debajo de la epatante cubierta, no visitable, aun falta poner en valor a la dormida Hispalis, la cual, como permanezca mas tiempo sin despertar lo mismo nos nace muerta.
Llega a esta ciudad, llamada ahora de los sueños, en este tiempo de suertes y regalos tal como si fuera en tiempo de las provincias del Imperio, de nuevo “las saturnales”, pero mira por donde, justo en el día inaugural de aquello, viene a coincidir, después de tanto tiempo esperando, nada menos que con un eclipse total de Luna, eso que tan malos augurios les causaba a los romanos de la Colonia. Ellos sabían muy bien los motivos.
Llegó el invierno y se cumplió el vaticinio, era evidente que con lo de la Encarnación unos ganan y otros pierden, pero nadie negará que definitivamente el mercado, la plaza de toda la vida, ese se nos ha perdido.
En su lugar han construido una galeria de alimentación, que en esta ciudad de las personas tan poco éxito tuvieron cuantas se realizaron, y posiblemente esta tampoco alcance tener una implantación en el tiempo superior al bidonville que se abandona, no importa después de cuantos años, si no que pasaron esperando un mercado.
Después de estos días en los que escribir algo sobre lo de la Encarnación se me hacia difícil, y entre la lagrima del recuerdo, la hiel de la decepción, y la sangre caliente del coraje todo intento era inútil.
Hoy que tampoco me toco la lotería, pero con la miel de la victoria, enfriada la sangre con la calma, y enjugada la sal del mejor ayer, trato en vano de contestar a cuantas personas en estos días han tenido a bien formularme la misma pregunta, como si se hubieran puestos todas de acuerdo. Una pregunta sin respuesta, claro está, pero que por el interés que mostraban al realizarla, parecía que fuera algo vital, algo que imperiosamente deseaban saber, precisamente de mí.
Para ser cortes no pude contestar mas que con una sonrisa, a algunos con un gesto, pero ¿Qué les podría decir?, Hubiera sido un grosero contestar ¡y a usted que le importa!, que no me faltaron ganas en algunos casos de mayor vehemencia. La verdad es que nadie de mi circulo mas allegado me ha preguntado nada, ni tan siquiera por mi estado de animo, mas sabiendo que en esta contienda mi vaticinio es el acertado, y que solo queda esperar el tiempo, y aunque resulta bonito decir que no hay vencedores, todos sabemos cuanto hemos perdido la oportunidad de ganar la causa, ni vencidos, aun cuando tanto hemos podido pasar, y no solo años.
La respuesta es algo fácil, por más que la pregunta no lo sea, pero por el momento tal como llegó el invierno, todo llega, y entonces, también todos llegaran a saber si estoy contento por la derrota, o por lo contrario triste, pero ¡Qué le puede importar a nadie mi estado de ánimo!
Sevilla a 22 de Diciembre de 2010
Francisco Rodriguez Estevez

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