sábado, 1 de noviembre de 2014


Uso publico

Cuando a la explanada de la Macarena le pusieron aquel burka verde que llevó envolviéndola y ocultándola de la vista por más de un año, antes de que nos apareciera esta versallesca imagen, insufrible en su caminar de resbaladizo mármol y torturador paseo sobre piedras, que parecen recogidas de las vías de tren,  fue una sutil manera de expulsar a cuantos indigentes tenían allí su domicilio, pasando en la fronda de sus árboles sus penosas vidas.
Nómadas de su desgracia que de siempre encontraron allí su refugio, que no solución, en la cercana muralla y sus alrededores.
Una gran verja perimetral les prohíbe acceder a un espacio publico, y por la cercanía, en mi barrio pernoctan cada noche de estos días desapacibles, bajo los vuelos de las terrazas un importante numero de nuevos vecinos, apenas la mitad de los que se podían contar cuando en el buen tiempo contaban las estrellas, donde los parterres se convierten en dormitorios.
A nadie gusta ver la marginación, ni  la pobreza, pero esta crece, y de qué manera. No queremos pobres sucios, ni enajenados borrachines en nuestros jardines públicos, lo cual significa, que también ellos tienen derecho a su disfrute.
Nada mejor se les ocurre a los responsables, que para solucionar un problema social, sea evitar el acomodo de estos desgraciados, que cerrar el acotado espacio con vallas, e impidiendo el reconfortante descanso con bancos de olas con reposabrazos.
 El corralito-Jardín y otras medidas disuasorias, no son sino burkas, que evitan los asentamientos de pobreza que nadie quiere ver, y que son la realidad de esta sociedad, personas que existen y aumentan en su número y no tiene a donde ir más allá de buscar ese banco de parque donde pasar la vida.
A falta de camas en centros de acogidas y albergues de transeúntes, parecía ideal por sus escalinatas y laminas de aguas para el aseo personal el frustrado proyecto de la Encarnación.
Con el concurso, aguardan la posibilidad de que la estación del metro los acojan, pero mientras tanto algo se les ocurrirá a los munícipes, y en todo caso si no le fluyen las ideas pueden convocar también, para encontrar una solución de prestigio solidario, un concurso de ocurrencias.
Sevilla a 12 de Octubre de 2003

Francisco Rodríguez Estévez

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