
Esta ciudad no hay dudas de que está llena de historias y
leyendas, donde lo cierto y lo inventado se mezclan para no saber nunca, a
ciencia cierta, lo acontecido. Son aquellas, que tienen tantas versiones, que
cuesta saber la verdad, de donde empieza y como acaba, hasta a los más eruditos
historiadores.
Sevilla forja continuamente historias que se convierten en
leyendas. Últimamente se está obrando una que siendo más verídica que las que
cuenta el humorista, es tan increíble que más bien parece una mentira, una broma,
un chiste.
Tristemente pasó a engrosar la lista de aquellas que por la
seriedad del asunto, no son resueltas por los gestores públicos, que las
eternizas al no encontrar una correcta solución, y que el pueblo las ironiza
para convertirla en algo grotesco. La leyenda suscitada forma ya parte de la
historia más negra de las que acontecieron en la trama urbana y comercial de su
centro histórico.
Imagino, cuando pasen los años, que pensaran de nosotros los
ciudadanos que la habiten, contemplado el enclave, conociendo la historia y la
leyenda que resulte con el paso del tiempo.
El tiempo se encarga de desvirtuar todo lo que se transmite
oralmente. La historia se altera por la propia visión de quien la escribe,
siendo por lo tanto siempre inexacta e incompleta.
Las futuras generaciones no llegaran a entender nunca como
fue posible que esto sucediera. Cabe preguntarse si pensaran que fuimos tan
torpes, tan indolentes, tan ineptos que llegamos a permitir que durante tanto
tiempo el corazón de la capital de Andalucía, estuviera convertido en una
vergüenza que no avergonzaba a nadie.
Es de esperar, después de todo, que si se hace algo, tampoco
nos sonroje, pero es de temer que sean los propios placeros que no se den
cuenta del vacío y se empeñen en llenarlo con lo que pillen.
Sevilla a 20 de Agosto de 2004
Francisco Rodríguez Estévez
No hay comentarios:
Publicar un comentario