lunes, 6 de febrero de 2012

Los ultimos, y los primeros

Los puestos

Aun se les pueden ver, allí permanecen juntos desde el primer día, y con seguridad serán los últimos que resistan, en la desolación del gran derribo de la eterna provisionalidad. Allí aguantaron hasta después del final, allí siguen en ese rincón conformado por dos pequeños puestos de numeración correlativa, el 39, para recordar el de un final bélico, incívico, fraticida, y el 40, como año mas recordado como el de la hambre.
Dos fechas, dos números, dos puestos, dos licencias, y dos títulos de socios de una cooperativa. Dos historias que tuvieron un final muy distinto al esperado.
El solar deja ver la planta del antiguo mercado, donde tantas ilusiones llegaron para que después de mas de 38 años solo unos pocos abandonaran la eterna provisionalidad que destruye la demolición iniciada.
Serán, pues los que fueron mios, los últimos puestos que se derriben. Es el vaticinio de la resistencia inútil pues al final quedaran convertidos como el resto en polvo de ladrillo.
No se que tiempo le quedarán por estar en pie, posiblemente algo mas debido a que anexo tiene el transformado de la luz, ese receptáculo que calentaba la pared para que los jamones chorrearan desmesuradamente, una pared que haciendo las veces de cuchillera calentaba las hojas de los cuchillos en contacto con los azulejos blancos, que con el tiempo acabaron saltando por las dilataciones.
Acaso el tiempo dilató también lo suyo, ya que con los años transcurridos me permitió colgar una buena colección de obras de arte de pequeño formato, que fue muy admirada por los extranjeros que visitaba aquel bidonville.
Se me agolpan datos sin importancia, mas de sensiblería, cosa que me colmata en exceso, pero no tengo ninguna duda de que junto con mis hermanos fuimos los últimos que abandonamos el vetusto mercado, pues permanecimos algo mas de mes utilizando la gran cámara de los cajones 24 y 25, que así, recordando los orígenes de maderas se tenia por llamar a los puestos, cajones.
Aun queda reminiscencias de llamar tabla, a espacios comerciales generalmente en lonjas y grandes mercados mayoristas, así como paradas, en alguna provincia, como lugar donde se paraba el carromato con las hortalizas.
Cierto es tambien, que las primeras mercancías que entraron en este nuevo, que mas parece galería que mercado, fueron las que se almacenaron en el puesto 29, aun sin rotular, precisamente el día de las maletas negras, aquel en el que nadie iba a firmar un contrato tan malo, o peor que la nueva ordenanza, para el interés de los placeros, y que horas mas tardes acabaron todos por posar en la escalinata central de la Casa Grande
Diría tambien que la primera venta que se llevó a cabo en aquel Domingo de Batucada, de huidas por la puerta de atrás, de pitada, día soleado, después de la que nos caló en el de la Esperanza, no pudo ser otra que la que se llevo a cabo en el puesto 14.
En la simbología de los números se aplica a este el de doble fortuna, no así al primo 29, del que los augurios lo llenan de dificultades. Evidentemente la dificultad solo se supera con más exigencias, con más trabajo, y siempre es algo que se pueden sobreponer con éxito.
Será una prueba mas de resistencia en esta vida que me deparó la Encarnación de mis canas, antes de mis carnes, y lo mismo cualquier día de estos, ¡zas!, abren la puerta y no te vea, como puede cambiar la cosa, tanto que para que les voy a contar.
Sevilla a 6 de Febrero de 2012
Francisco Rodriguez Estevez

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