domingo, 17 de enero de 2010

Un regalo

Paco, quijote de la Encarnación
Disminuir tamaño del textoAumentar tamaño del texto
JUAN JOSÉ BORRERO
Actualizado Domingo , 17-01-10 a las 08 : 47
Paco, carnicero de la Encarnación, maneja la hemeroteca con más destreza que el cuchillo jamonero y eso le convierte en guardián de la memoria de uno de los episodios más esperpénticos de la política municipal de los últimos tiempos: el cultivo urbanístico de setas de madera.
Yo creo que Paco no es carnicero, más parece una reencarnación del Quijote como defensor de causas perdidas. Aunque son malos tiempos para la lírica —de los cielos perdidos de Romero Murube hemos pasado a la pérdida de la cubierta de la Davis— todavía quedan románticos, como Paco, capaces de guardar en un baúl todas las letras derramadas sobre la larga historia de la Encarnación. Y las relee al tiempo que se enfrenta a las teclas del ordenador para escribir en su blog artículos a diario con los que enfrentarse a los molinos monstruosos que condenan su hacienda y amenazan el buen nombre de su Dulcinea, Sevilla.
Y así, Paco es de los pocos que se acuerdan de que bajo las setas desesctructuradas está Híspalis, que sirvió de excusa y hoy es olvido; que prometieron una estación para el Metro y sobre todo un mercado. Pero no un mercado sólo para cumplir promesas electorales, sino un mercado en el que vender carne, fruta y pescado. Paco no olvida. Ni siquiera las condiciones económico administrativas del negocio de la Encarnación en el que lo de menos, sospecha, serán sus chuletas y las lechugas que venden los que como él ven acercarse la jubilación tras un mostrador provisional a la espera de que los administradores de las promesas políticas pongan nueva fecha.
Ya hubiese querido Jurgen Mayer un colaborador tan metido en su proyecto como Paco, que le aborda cada vez que se deja caer por Sevilla para preguntarle ¿cómo va lo nuestro?
Como contemporáneo alter ego del personaje cervantino, Paco va camino de enfermar y de ser un incomprendido por cuantos le rodean. Mucho gañán revestido de posmoderno y sanchos con panzas agradecidas por el simple pago de un alquiler, a los que mantearán cuando el uso privativo del proyecto se cobre las ínsulas prometidas por los gobernadores. Algún día, Paco, se darán cuenta de que los ilusos eran ellos.

No hay comentarios: