miércoles, 21 de enero de 2009

Cuanto tiempo perdido

En tiempo y forma

Una cosa es el tiempo, y otra las formas, aunque estas no sean las de medir el tiempo. El tiempo se pierde al medirse, pues con el final de cada tiempo, aparece otro tiempo distinto, e idéntico, para volver a empezar este begin de begin en el que solo estamos por un tiempo, y que perdemos en su mayor parte de una forma lamentable.
Estaban, pero ya no estan. El caso es que tomaron el camino lógico, aunque ilógicamente los dejaron en retaguardia. En este caso no era cuestión de tiempo, si no de dinero. El destino de 833 millones de las antiguas pesetas, que es todo un pastón, resulta que se había previsto en primera instancia, es decir, sin tiempo que perder, para una actuación que ya tenía partida consignada. Lo razonable fue sin dilación alguna buscar otra dirección de envío, con argumento suficiente, para que no cupiera duda de que pudiera existir duplicidad.
No es que pueda entenderse, pero es lo que tiene esto de lo de la Encarnación, que todo estaba escrito, firmado, y rubricado, pero que sigue siendo una permanente aporía, además de misterio, en el que crees por lo que dicen, o crees que nunca se pondrá entender.
Acaso todo estuviera dicho en lenguaje de mimo, que no dice nada, y el documento se escribiera en un batiburrillo de lenguas muertas, imposible de traducir, y la importante letra pequeña, en alarde de cultura global, la transcribieron de lo que se le ocurrió a Zamenhof para el entendimiento universal.
Con la penumbra de las sombreadas formas, tampoco dejaba claro si el metro sería medida de tiempo, cuando el día lo marcan los astros, y si esta se establecía en años-luz, o con el calendario maya, con lo cual hace que el grado de dificultad se encuentre en saber que hora es mirando los enorme gnomones en la sombra, inutilizando la luz solar, que en esto de medir el tiempo compite como la cal, con la arena que, atrapada en el bulbo de la “Rueda del Tiempo”, indica al caer su ultimo grano que, a nuestro tiempo, se le pasó otro año.
Así van treinta y cinco vueltas, pero con seguridad, este tiempo pasado, tiempo caduco que se deja en plena crisis económica, para dar paso al nuevo tiempo de la esperanza que empieza a marcar la saeta de Illinois, al ser agua pasada, solo podría ser medida con la clepsidra, pero no por lo que ha caído en tantos años, si no por el dolor de, al perder mucho mas que el tiempo, se escaparon.
Sevilla a 21 de Enero de 2009
Francisco Rodríguez Estévez

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