El agujero infinito de la Encarnación
CARLOS MÁRMOL
Actualizado: 22/04/2015 

Ell objetivo era soltar lastre. Y, de momento, Sacyr lo está consiguiendo.
La adjudicataria del Parasol, el centro comercial que Monteseirín construyó
para su mayor gloria personal con el 40% del dinero recaudado gracias a los
convenios urbanísticos previstos para financiar los equipamientos de Sevilla
durante una década, ha logrado una victoria judicial insólita que, aunque aún
no es definitiva, alimenta su aspiración de deshacerse de un negocio, en
apariencia inmobiliario, que ha dejado de ser rentable. Quizás porque en
realidad siempre fue otra cosa distinta: una inversión financiera. La
trascendencia de su victoria en el litigio con el Ayuntamiento no radica tanto
en cobrar otros 36 millones de euros de dinero público como en conseguir que un
juez anule el vínculo jurídico que la obliga a mantener el Parasol 40 años.
Para comprenderlo hay que mirar hacia atrás. El origen está en la fórmula
ideada por Manuel Jesús Marchena, gerente de Urbanismo en 2003 y consejero
áulico de Monteseirín, para pagar las 'setas'. Un sistema que desde 2005 sólo
ha supuesto desembolsos millonarios para las arcas públicas. El problema
procede de esta etapa, pero no exime de responsabilidad al gobierno de Zoido,
que no ha sabido negociar una solución para impedir que la adjudicataria se
vaya tras cobrar la factura del Parasol y sin asumir su mantenimiento. La suma
de ambas circunstancias es lo que ha permitido a Sacyr argumentar ante los
tribunales un desequilibrio financiero irresoluble. Su argumento: dos
decisiones municipales lastraron el plan financiero para hacer del Parasol un
negocio. Su estudio jurídico sobre el particular, sin embargo, matiza esta
afirmación. Sacyr alega que no cobrar a los sevillanos por ascender al mirador
y el retraso en la entrega del edificio municipal de Hacienda, cuya explotación
para oficinas supone un 14% de los ingresos, le han ocasionado pérdidas. El
impacto de ambas decisiones, sin embargo, significa el 21% de los ingresos por
la concesión de las 'setas', circunstancia que podía perfectamente haber sido
reconducida por el gobierno local.
Tras recaudar todos los ingresos potenciales de las 'setas', la
concesionaria ya no quiere los costes asociados. El mercado inmobiliario ha
cambiado. Y eso que en su día el Parasol parecía un buen negocio. En parte lo
ha sido: gracias al contrato ahora anulado, Sacyr cobró 25 millones de euros a
fondo perdido más los derechos de explotación de todos los espacios comerciales
(mirador, plaza elevada, mercado, gastrosol, edificio de Hacienda) asociados.
La rentabilidad calculada por el Ayuntamiento, avalada por el director
financiero de Urbanismo, Manuel Valdivieso, asesor de Zoido desde sus años en
la oposición, era un 8% anual. Además de los citados 25 millones de euros,
Sacyr tenía previsto ganar 91 millones de euros más en 40 años a cambio de un
coste de construcción de 32,4 millones, su porcentaje del total.
El estallido de la burbuja inmobiliaria modificó estos planes. Desde
entonces Sacyr perseguía la anulación del contrato. La Encarnación sólo le
origina gastos. Los brutales incrementos en el coste oficial del proyecto,
ocultados por la coalición PSOE-IU entre los años 2008 y 2010, cuando los
técnicos de Urbanismo dictaminaron que el Parasol no se podía construir, ya han
sido liquidados. El Ayuntamiento le pagó en 2008 un modificado de 8,4 millones.
En 2010 le abonó un segundo reformado por 30,4 millones más. Monteseirín sacó
adelante este último gasto con el Consejo Consultivo de Andalucía en contra,
apoyándose en su voto de calidad como regidor. El ex alcalde socialista había
concebido la Encarnación como su mausoleo. El problema es que lo pagó con el
dinero para equipar a la ciudad, obtenido gracias a los sistemas generales del
Plan General de Ordenación Urbana (PGOU).
El talón de Aquiles de las 'setas' nunca fue estético, sino financiero. Su
coste, que Sacyr debía haber asumido en un 50%, terminó saliendo de las arcas
municipales. La versión de la concesionaria de que no ha logrado ingresos
suficientes por culpa de Monteseirín y Zoido sólo es una media verdad. Dos
ejemplos lo demuestran. El informe en el que cifra el quebranto por el retraso
en la entrega del edificio de Hacienda lo ha calculado por 15 años, cuando la
dilación real no supera los tres. Segundo: los ingresos no recaudados por la
entrada de los sevillanos al Parasol se han estimado durante otros quince años.
Son meras excusas. Sacyr sabe que ni convirtiendo el Parasol en una suma de
franquicias de hostelería, instaladas sobre las zonas libres del proyecto
inicial, recaudará lo que quiere. Las 'setas' no dan dinero.
Lo más grave es que su huida se va a producir sin que haya asumido ninguna
responsabilidad por el sobrecoste de las obras, cuya causa es el proyecto de
Jürgen Mayer (el arquitecto cobró 4,9 millones) que fue avalado por sus
técnicos. Las 'setas' se contrataron sin proyecto de ejecución. Así lo
certificó en diciembre de 2009 el director técnico de Urbanismo en un informe
donde responsabiliza al arquitecto. Monteseirín nunca reclamó nada ni a Mayer
ni a Sacyr. Zoido, a pesar de contar con este informe oficial desde entonces,
encargó en enero a una empresa privada una auditoría sobre este asunto por
72.600 euros. Un gasto innecesario para averiguar lo que hace seis años ya han
resuelto los funcionarios municipales. Y que no evitará, si otra sentencia no
lo impide, que Sacyr se vaya con los bolsillos llenos después de engordar otra
vez la factura infinita que los ciudadanos estamos pagando por la grandeur y la
ineficacia de nuestros políticos.
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