Si tal como la precipitación, una vez se ponga en marcha el
contador de los 413 euros y la subvención municipal, nos lleva a tener que abrir las puertas de
aquello inacabado y con las grúas sobrevolando el aparatoso andamiaje, en un
día poco propicio para la inauguración como pueda ser el de pasada la
Esperanza, con la que concluirá la provisionalidad.
Pues a pesar de la alegría que puede suponer abandonar el bidonville
donde los supervivientes cumpliremos la permanencia de catorce mil
cuatrocientos setenta y nueve días, y sus correspondientes noches, todo queda
emborronado por culpa del destino. Ese destino en el que nos han metido unos
por prepotencia, y otros por laxitud.
Cierto que el futuro es algo desconocido, pero se puede
tener previsiones. No conviene dejar al azar, a la suerte que actúe, en
especial cuando las cuentas por inciertas tienen resultados imprevisibles, más
cuando, acaso sea por el color de pollo de “simago”, aquello tiene su mijita de
mala espina.
Durante muchos años he padecido el síndrome del salmón, ese
que siempre tiene que ir contra corriente, pero es que no hubo forma de cambiar
aquello que no se si comercialmente lamentaremos, pues eso queda en manos del
tiempo, pero es que después de lo de la Encarnación cualquier cosa podría valer.
Por suerte, este grave y costoso error perpetrado en el
centro de la ciudad, ha generado que se disponga de una ordenanza que en el
futuro no vuelva a suceder nada parecido, pero para lo de la Encarnación , la cosa
le llegó tarde.
Todo hubiera cambiado si la trampa no hubiera hecho acto de
aparición en las elecciones de los placeros, donde una votación irregular
permitió que todo siguiera igual, diría que peor, pues en ningún momento se
contó para nada con la opinión de los socios, es mas en ningún momento de los
últimos ocho años fueron consultados, ni informados en este tema de la Encarnación.
Bastaba conocer que Metropol-Parasol, en 2005, estaba sujeto
al Reglamento de Mercado, pero que el propio diseño de los puestos, cosa más
fea no las he visto, y la anchura de los viales, mínimo de 5 metros, hacia que
o se pasaba el reglamento por debajo del parasol, o se cambiaba.
Se decide lo segundo, y es justo en Agosto de 2009, cuando
entra en vigor una nueva ordenanza que lo trata de ocultar todo, cuando el
proyecto siendo de 2005, estaba previsto por concurso de adjudicación acabarlo
en Junio de 2007.
Pues nada, la directiva de los placeros, enfrascadas en
setas y gratificaciones de representatividad, ni se les pasaba por la
imaginación, programando la fuga, las consecuencias que a la llegada del nuevo
mercado estas ordenanzas pudiera tener, cuando las limitaciones son tan
“leoninas”, como el contrato que nadie quería firmar, y que nos pondrán a
“cardo”, como el Alcalde llama al
recorrido de ruinas, bajo el Parasol que perdió el “METRO-pol” por las margas
azules de los 50 metros ,
y usted que lo vea.
Vamos a este llamado mercado, (que por destartalado parece
imposible que hubiera tenido el visto bueno de los caducados representantes de
los placeros) con la intención de remar, como un galeote encadenado a su remo,
para que la nave no zozobre, y encuentre los buenos vientos, con la esperanza
que mientras dure la travesía al menos no haga aguas, pues perdidas las fuerzas
con la automutilación al cambiar puestos por espacios, reduciendo en el
jibarismo al uso, el numero de los primeros, con lo bien que hubieran venido
para reducir los costos, y aumentando el espacio de los puestos con lo caro que
nos va a resultar a la hora de los gastos. En fin, siempre estamos en otras
manos, y lo mejor será ponernos siempre en manos de la Encarnación.
Sevilla 20 de Octubre de 2010
Francisco Rodríguez Estévez
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