jueves, 26 de enero de 2012

Otro final

El rincón

Demolido el parador, el rincón trajo al marginal grupo que de la Encarnación quedó, para reencarnarse en un cercano futuro de modernidad, que se hizo tan lejano que al final resultó adefesio.
El reservorio de los ocupantes fue decreciendo con los años, y acabó siendo desalojado para llevarles a la ocupación oficial, nada menos que en el vientre del bicho. A poco del abandono forzoso, tal como un desahucio por ruina, el rincón fue tomado de nuevo por los otros ocupantes, tal como los placeros tomaron la plaza de madera, la original, cuando los franceses ponían pies en polvorosa a nada que oyeron hablar de la Pepa, de esto hace doscientos años.
Los indignados, formados por grupos de múltiple diversidad y origen, se alojaron bajo las chapas del bidonville comercial, más anticomercial de todos los que se puedan edificar. Una edificación del tardo-franquismo, que acaso podría ser pieza de estudio en la arquitectura efímeramente eterna.
En la oscura madrugada, varias motos, tres coches patrullas, y dos furgones, se apostan en las inmediaciones, con un gran despliegue de fuerza provistos de armas, cascos y otros elementos disuasorios llevaron a cabo la expulsión del minúsculo grupúsculos de habitantes que bajo las chapas almacenaron sus ideas de libertad, y sus pancartas. No hubo respuesta, se hacia en la desproporción algo imposible.
Ahora con el nuevo vacío se ha procedido a eliminar de una vez por toda, la historia del mercado provisional, y su provisional instalación de estos okupas que llegaron hasta hacer del cochambroso espacio un lugar de encuentros amables.
La enorme maquina corta los tubos de hierro y las chapas como si fuera mantequilla, y la deposita en las enormes cubas del camión, para ser llevada a la chatarra, pues es un derribo de metálico, allí no había ladrillo, ni burbuja.
Después de 39 años el rincón tomará una fisonomía nunca vista, cuando los camiones pasan por delante de la panorámica que me permite contarle los portes en su paso, y contemplar como el enorme camión se lleva los trozos de tubos y chapas envueltos de una malla, tal sudario de unos restos de una eterna provisionalidad donde tantas ilusiones quedaron truncadas, y es que treinta y ocho años son muchos años para todo, en cada porte se diría que algo está desapareciendo, son portes que se llevan el ayer mas ilusionado, al ayer mas penoso, al ayer mas lamentable, y a la vez mas reciente con los que se le está poniendo el punto final a esta historia de lo de la Encarnación, que de todos los finales que en ella se dieron, ninguno parece que haya sido feliz.
Sevilla a 26 de Enero de 2012
Francisco Rodríguez Estévez

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