jueves, 19 de enero de 2012

Con los años a cuesta

En estudio

En la actualidad aquello es como algo extraño, que hasta cuesta encontrar como llamarlo. Cierto es que en el principio, cuando los placeros de la Encarnación, decidieron por ellos mismo, (apenas iniciado el siglo XIX), hacer con la ocupación de aquel lugar, todo un referente comercial, ejemplo de edificación y lonja higienica, similar a la realizada en Paris, una vez se le arrebataba esta ciudad a los gabachos que la tenían tomada.
En este tema de las plazas de abastos, la de la Encarnación tuvo la peor de las suertes. Demolida en su mitad en el año 1947 por interés de los munícipes en hacer aquello tan famoso del eje Este-Oeste, un revival de “decumanus”del siglo XX irrealizable, y aun fue peor, para el mutilado edificio, que los propios placeros tomaran la iniciativa para su total demolición en 1973, renunciando inexplicablemente incluso a sus propios derechos, con la idea de realizar algo moderno.
Siempre la misma intoxicación, la misma treta, en la que ni el tiempo, ni el color, por distintos, llegó a cambiar en nada el triste final de la ansiada modernidad que le presagiaron, acaso cambiaron los placeros con su sumisa actitud por salir de aquella eterna provisionalidad donde se metieron, tan solo por no defender su propio espacio.
Cierto que se llegó a proponer el eje Norte-Sur, un nuevo Cardo Maximus, que revitalizaría todo el sector, en plena decadencia, ante la proliferación de los grandes espacios comerciales, de los que esta ciudad llego a tener el mayor numero de ellos por habitante, record que es posible que se conserve, pues la demografía ha descendido, y los grandes centros siguieron creciendo en su numero.
Incluso se llego a pensar a lo largo de muchos años que la nueva Encarnación seria la locomotora economica, la sinergia comercial y el emporio generador de riquezas, y mira por donde le cogió la crisis y el palo se lo han dado en todo el bebe.
Hoy lo de la Encarnación, ni chicha, ni limonar, pues nada hay que tenga en su diseño apocrifo que sea propio de las plazas de abastos, ni por muy moderna que digan que sea, y si dicen que “dizan”, mas parece galería, de esas de alimentación que fracasaron en todos los lugares en las que trataron de implantarlas.
Lo que siempre mantiene el éxito es la singularidad de los espacios, y es una garantía para la venta, mostrar al público el mayor atractivo de su amplia oferta. Ejemplos de ellos, superando los doscientos puestos, tenemos a la Boqueria de Barcelona, y el mercado Central de Valencia.
De recuperación del edificio basta ir a Cádiz, o a Málaga, para que nos demos cuenta de lo que significaba en la ciudad de las personas la construcción de un sueño. Pero para sueño, el mercado de Santa Catarina de Barcelona, incluso el nuevo mercado de Huelva, pero ¡lo de la Encarnación!.
Deben de venir a verla, si es que aun no vino, pueden jugar a los errores, es algo rarita, y solo tiene un tercio de los vendedores que aguantaron el tiron en el rincon de las chapas.
Vengan, y comprobará que hasta olvidaron poner la puerta justo donde es posible que hasta usted trate de buscarla, tal como cada día hacen muchas personas, intentando inútilmente entrar, y otras tantas, que desorientadas de dar vueltas en el laberíntico diseño, tratan de encontrar una salida a la calle.
Por suerte, tanto la empresa adjudicataria, como el Delegado de Consumo, han decidido llevar a cabo el estudio previo para abrir la puerta inexistente, y quien sabe, estas cosas siempre se lleva su tiempo, basta recordar la provisionalidad que duró 38 años, y los placeros, quien lo diría, parece que ni lo notaron.
Sevilla a 18 de enero de 2012
Francisco Rodríguez Estévez

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