domingo, 1 de febrero de 2009

Orwell 1982 (2009)

On line

A partir de ahora, segundo a segundo, se podrá ver lo que se está “haciendo” con lo de la Encarnación. Otra cosa es que se explique.
Está visto, e incluso para sentencia, que al disparate solo le alimenta el silencio, y este descubre la necedad cuando, si se hubiera tenido una explicación, cosa cuestionable, no se hizo pública, y en su lugar se justificara el silencio con el “sospechoso” argumento de “que no se entendería”.
Acaso se pensaba que no se entendería que aquello no tuviera explicación, o que con en el silencio, lo que no se entendería fuera que no se tenía la explicación.
Lo evidente es que, son los silencios, y el tiempo, los que explican las cosas, cuando suceden. Nada extraña que no exista un deseo vehemente, tal como una exigencia, para conocer que ocurre en lo de la Encarnación, o cuando menos la curiosidad por saber esa desconocida explicación omitida, que dudo de que se llegue a dar, en la que cuestionando el saber popular, tan sabio, se le escamotea su sapiencia con el ardid utilizado de “que no se entendería”, por mas que parezca que no se tenia la explicación, y eso, en este largo asunto, si que no se entendería.
Pero mientras se observa, través de las cámaras, como los operarios se afanan en aquello, la visión permitirá comprobar los desajustes existentes, entre lo que resulta, por omisión, o por obligación, y lo que premió un jurado internacional.
De no ser por los silencios se entendería, sin esfuerzo mental alguno, que las diferencias empiezan a ser notables, tanto, que parecen artificios con respecto a la sin par ocurrencia, donde todo se está enmascarando de verdad, cuando poco es lo que refleja la fiel realidad, a lo que se premio en el concurso, de acuerdo con las bases, y con lo establecido en el contrato de adjudicación.
Y todo por mor de estos silencios de toda la vida, de un lado y de otro, que permiten que cosas así sigan ocurriendo inexplicablemente, cuando alguien debería de dar las explicaciones, y muchos otros, exigirlas
Sevilla a 1 de Febrero de 2009
Francisco Rodríguez Estévez

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