sábado, 1 de noviembre de 2014

¿Y si llegara el lobo?

Tantas veces dieron las voces de alerta, como la historia de que el lobo venía, que esto puede acabar como el rebaño del cuento, pues apenas nadie se cree pasado los treinta años que aparezca nada.
Tantas veces dijeron que lo de la Encarnación empezaba, que pasados los primeros avisos, esos que llenaban de incertidumbre por saber cómo sería el nuevo mercado, esos que acabaron por acostumbrarse a oír, sin tener la preocupación de que alguna vez pudieran hacer algo, al menos que tuviera sentido y financiación, en el abandonado solar.
El vocerío, que viene de donde viene, anuncia de nuevo que algo se mueve en la Encarnación, que viene, que viene. Tratan de adornarlo con una argumentada historia tan increíble como preocupante para que parezca que esta ocasión la cosa va en serio, aunque algunos lo tomen como una nueva broma, de sustos naturalmente.
Nada más visto los antecedentes como muestra, si bien lo que asoma y deja ver, por ahora, son los pelos de la bestia, ubres capitolinas de mamones, cerdas inofensivas, que de momento, como la taxidermia de lupus, apenas da miedo.
Aunque lo que sí cause el  pavor no es la propia ocurrencia, disfraz de vellón, si no que sean diez. ¿Y si llegara el lobo bajo la lana?
Que esta vez fuera cierto, que en esta ocasión esto de la Encarnación empieza, a como sea, que viene, que viene, aunque si bien no es lo importante, y le meten mano, mejor dicho la garra, ignorando intencionadamente  que lo importante es como acaba.
En el cuento el lobo termina  con las ovejas, el vocero llora compungido, arrepentido de sus continuas bromas y el pastor arruinado cuenta las bajas.
En la viñeta siguiente los vecinos del pueblo provistos con palos persiguen al bromista que huye despavorido En la Encarnación vocean los avisos de un ataque feroz, depredador e inmediato.
Ni emblemático, ni árboles, ni energía solar, ni autobuses, ni coches, solo fantasías animadas de ayer y hoy, sálvese el que pueda, donde salvo las ruinas, las históricas, apenas queda nada con lo que acabar. Y si no se acaba nada, para que empezar. Los que ríen la gracia, con diez propuestas para no dormir, no quieren saber que el cuento sigue.
Sevilla a 22 de Abril de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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