Tantas veces dieron las voces de alerta, como la historia de
que el lobo venía, que esto puede acabar como el rebaño del cuento, pues apenas
nadie se cree pasado los treinta años que aparezca nada.
Tantas veces dijeron que lo de la Encarnación empezaba, que
pasados los primeros avisos, esos que llenaban de incertidumbre por saber cómo
sería el nuevo mercado, esos que acabaron por acostumbrarse a oír, sin tener la
preocupación de que alguna vez pudieran hacer algo, al menos que tuviera
sentido y financiación, en el abandonado solar.
El vocerío, que viene de donde viene, anuncia de nuevo que
algo se mueve en la Encarnación, que viene, que viene. Tratan de adornarlo con
una argumentada historia tan increíble como preocupante para que parezca que
esta ocasión la cosa va en serio, aunque algunos lo tomen como una nueva broma,
de sustos naturalmente.
Nada más visto los antecedentes como muestra, si bien lo que
asoma y deja ver, por ahora, son los pelos de la bestia, ubres capitolinas de
mamones, cerdas inofensivas, que de momento, como la taxidermia de lupus,
apenas da miedo.
Aunque lo que sí cause el
pavor no es la propia ocurrencia, disfraz de vellón, si no que sean
diez. ¿Y si llegara el lobo bajo la lana?
Que esta vez fuera cierto, que en esta ocasión esto de la
Encarnación empieza, a como sea, que viene, que viene, aunque si bien no es lo
importante, y le meten mano, mejor dicho la garra, ignorando intencionadamente que lo importante es como acaba.
En el cuento el lobo termina
con las ovejas, el vocero llora compungido, arrepentido de sus continuas
bromas y el pastor arruinado cuenta las bajas.
En la viñeta siguiente los vecinos del pueblo provistos con
palos persiguen al bromista que huye despavorido En la Encarnación vocean los
avisos de un ataque feroz, depredador e inmediato.
Ni emblemático, ni árboles, ni energía solar, ni autobuses,
ni coches, solo fantasías animadas de ayer y hoy, sálvese el que pueda, donde
salvo las ruinas, las históricas, apenas queda nada con lo que acabar. Y si no
se acaba nada, para que empezar. Los que ríen la gracia, con diez propuestas
para no dormir, no quieren saber que el cuento sigue.
Sevilla a 22 de Abril de 2004
Francisco Rodríguez Estévez
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