El misterio de la
Encarnación dicen que toca a su conclusión y todos aguardamos que, pronto sea
que acabe felizmente lo que ahora parece que se empieza ¡Claro está! Algún día debería de suceder después de
treinta años de espera.
Este mercado de la Encarnación de mis carnes, que sueño, que
sufro con sus escarnios y sus silencios, sus abanderamientos y abandonos de
usar y tirar, como higiénico caucho, fue hasta tres veces negado desde la
jornada de reflexión, postrera ocasión de las cinco veces que documentalmente,
con firma y rubrica, que intentaron enterrarle, hasta este esperanzador
Pentecostés.
La sensatez llegó, como las lenguas de fuegos, para
reactivar las neuronas congeladas en las cámaras urbanísticas, y utilizar en
la confusión idiomática, un esperanto
universal para que todos podamos
entender de una vez por todas que, el
mercado de la Encarnación se construirá en superficie.
Carmona y Guerra (en
compañía de otros), con sus actuaciones pre-urnas, y las sorprendentes declaraciones,
post-comicios, del notable portavoz Carrillo, pretendían una vez más enterrarle
antes de que los acuerdos y pactos, en este caluroso peregrinar de culebrones,
se dieran por concluidos.
Hasta tres mil veces tres, lo he defendido junto a pocos ciudadanos,
como si de un dogma de tratara. Ha bastado que el espíritu del mimo, al que hizo alusión el electo
Alcalde, responsable de la política gestual, estuviera presente en el cenáculo
participativo, para que Paula, al igual que Saulo desmontado de la cabalgadura,
se erigiera defensora de la verdad, y firmando la alianza nueva y eterna con
Caballos, omnipresente en el hospital y en el convento, centauro en Oriente
y Pegaso en la falla de San Francisco,
(antes granja) le pusieran alas en las rubricas a los vuelos de la Encarnación, en este camino, como del
Rocío, que se inicia en este Pentecostés de 2003, de fiesta para los
sevillanos. Ahora, de momento ¡Sí! Mañana, no sabría que decirles.
Sevilla a 9 de Junio de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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