Solo por la curiosidad de contemplarle, acaso por la
novedad, se dice que recibe cada una media de tres mil quinientas visita de
pago por día, que no es moco de pavo. De ser cierta la cifra habrá convertido,
a pesar del clima y otros factores intrínsecos de todos conocidos, un lugar degradado en centro
de interés turístico. Un plus para una ciudad norteña que apenas tiene nada que
mostrar.
Independientemente de las exposiciones que allí
tienen lugar, el mayor reclamo lo tiene el propio edificio, aunque no se han
cuantificado el numero de aquellos que solo lo contemplan exteriormente y que,
a juzgar por el coste de la entrada, son bastantes más que los que lo recorren
por dentro.
Algo similar ocurrirá cuando se culmine el que se
está realizando en la capital pamplonesa, con el valor añadido de que
este lleva integrado la conservación de
los restos arqueológicos de la fortificación que descubrieron durante los
trabajos de cimentación. En este caso el multiuso a que se destina, entra en
los cálculos, que supere con crece las
visitas del anterior. El Baluarte con una superficie en su solar, inferior a
los ocho mil metros cuadrados y el Guggenheim con algunos menos han tenido la suerte que al de
la Encarnación le ha faltado.
Disponiendo de algo más de siete mil y con la
posibilidad de ampliar si se integran
las calles y placitas, se conseguiría obtener una superficie superior a los
quince mil metros cuadrados, que no me puedo imaginar lo que allí se podría realizar.
Basta ver los reportajes de la comunidad valenciana,
con las atractivas instalaciones de vanguardia que, a través de ellos, nos
muestran instalaciones envidiables. El tiempo dirá, pero mientras esto ocurre
si disponen del suficiente vayan a lo
que fue la expo y háganlo sin prisas, con las claras del día, pues salir del laberinto de barrotes
blanco, le llevará su tiempo.
En la noche, la movida y las copas se llevan la
palma en tan malogrado lugar. Ni se les ocurra hacer comparaciones. Imaginad si
tuviéramos responsables públicos con las ideas tan claras, como aquellos de ciudades
que de espacios degradados se transforman. ¿Que no realizarían en la
Encarnación?
Aquí, por el momento todo lo más que se le ocurre,
al que se le ocurren las cosas, ha sido el invento de un mercado –cueva, los locales de marras,
aparcamientos rotatorios y de ruinas que ni le hablen, sobre todo la que tiene
el comercio. ¡Ay, tanto que imaginar!
Sevilla a 20 de Noviembre de 2004
Francisco Rodríguez
Estévez
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