viernes, 14 de noviembre de 2014


Adviento

Todos aguardamos, a que llegue el día del sorteo para recibir a las fiestas navideñas, aunque se empeñen en hacer estas  fiestas motivo de consumo y desde el pasado Noviembre  no paren de decirnos que ha llegado.
El preludio de esta fiesta viene marcado por el anuncio del dogma de esta mariana ciudad a la más inmaculada de las doncellas. La octava de la Purísima.
Con baile de seises y canto de tunas, nos avisan de este tiempo que culmina con la magia de los reyes y acaba con los bolsillos vacíos. Todos esperamos el sorteo con la ilusión de que una bola coincida con la numeración de nuestras participaciones, por eso miramos absortos y casi mareados, escuchando el  soniquete repetitivo y cansino, el rodar de los bombos con expectación.
Nos llega en estas fiestas, María llena de gracia, expectante y esperanzada ofreciéndonos su mediación, premio mayor de todos los sevillanos, por lo que nos solemos conformar, con los humos de los puestos de vendedores de castañas y con las luces multicolores que adornan las calles, porque es a partir de este día de Esperanza que todo  tiene el verdadero sentido, pues con ella nos llega un tiempo de verdad entrañable, la espera, la llegada del Hijo de Dios que comenzó con la Encarnación del verbo en sus divinas entrañas.
Un invierno mas, este tiempo de adviento de alegría,  me llega en la sórdida provisionalidad  del mercado de la Encarnación, con su solar más sangrante y herido que nunca, y que a pesar de tanto sufrimiento y vejación,  aun aguarda esperanzado que cambie su suerte, aunque la verdad lleva pocos números en este sorteo.
Dicen que para eso solo hace falta uno del bombo, en este caso tendrá que ser de un juego limpio, y que tenga la suerte de sacarlo, como Dios manda. ¡Claro!
Sevilla a 7 de Diciembre de 2003

Francisco Rodríguez Estévez

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