Ayer ha esta misma hora ya deambulaba por las calles en un tiempo casi fresquito y con airesito en el que solo llevaba puesta una camisa, había salido distraído con la cabeza en otro sitio, y fui buscando los tibios rayos de sol que aparecían tras salvar alguna nube. La noche anterior, la de anteayer con la tontería me había parecido que algo se me venía abajo al no entender lo que no fue mas que un arranque juvenil de un octogenario.
Eran poco mas de las ocho, como hoy y a unos metros de mi casa, en la calle, encontré la pieza, pequeña pieza de plata de ley que me había regalado y ya la había perdido. Encontrarla parecía imposible, y allí estaba brillando en el asfalto paraqué yo la encontrara. Eso me hizo llamarla, el enfado era mío, pues como si tal cosa disimulaba, la lógica era preguntar para quedar en ir a la feria este segundo dia, parece difícil pues tiene visitas, pero quedamos para desayunar, me avisa que su móvil le indica que puede llover y me recomienda coger un paraguas.
En casa una prenda que me calentara el frio de mi matutino paseo y un paragua pequeño, me doy cuenta de que perdí ayer también la preciosa gorra que me regalo la mujer de mi hermano, de un tiempo a esta parte estoy distraído. ¿Que podía pasar?
Llamo a las 9 al teléfono de la persona que tengo contratado coche de caballo, al otro lado una voz afrancesada, alo, alo, le digo lo que pasa y dice que teléfono equivocado, por el momento pensé que había perdido un pastón que cobran por ese capricho de enamorado que se lleva casi una paga. Llame a la persona que me facilito el contacto y todo estaba bien, pude concretar la vigencia del contrato verbal y la transferencia realizada. El susto había pasado.
Por la calle Feria, dos religiosas muy queridas por mi me saludan, hace años que no las veía, me quieren regalar un almanaque que no acepto y les doy una limosna para sus asistencias, me dice que se alegra de verme que me encuentra gordo, hermana es que deje de fumar, se alegra y dice que conoce a quien espero, de verla por la casa, que es como llaman al convento.
El paseo nos conduce a el bar del primer encuentro, casi todo vuelve a su cauce. Es muy brava, pero tengo la suerte de que los intimos que me van conociendo no les caiga mal, y como ni escribo poesía, ni regalo flores, ni soy exportador, ni toco hablando, ya ha quedado claro que ni soy baboso, ni jaulita de canario. Octogenario, si, pero ni yo mismo me lo creo.
Sevilla a 9 de Mayo de 2025
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