domingo, 20 de septiembre de 2009

Lamentable planta (quien te ha visto y quien te ve)

El plantel

No era de cepellones el plantel, sino de tocones, en este caso de los de la flauta que cuando no se sabe tocar, a estos les suena por casualidad. El caso es que allí estaban.
Su capacidad intelectual, su conocimiento, era tan pobre que literalmente expresó la sublime tontería de que era el árbol lo que estorbaría al cable aéreo. El otrora defensor, adalid de las preocupaciones ciudadanas, abanderado en las reivindicaciones, reclamante en los abusos, había perdido su punch. Por lo oído, se intuye que ahora tiene laurel en su lecho en lugar de goma espuma, y por el lux se aprecia que abandonó la chamarreta beige, cuando luce el cardigan de Buberris, color de moda. Cuanto cambio.
Las veladas dan oportunidad de tener cerca de estos encumbrados próceres del tres a cuarto, para darnos cuenta de que solo piensan en las suyas.
Los hay que se meten tanto en el papel, que aparecen estirados, como si tuviera el chaqué bajo el suéter y su enorme cinturón del nomadejado puesto permanentemente sobre el ombligo. Otros se convierten en orejas para los lamentos, y en su visaje aparece el asombro, como quien no da crédito a las penalidades confesadas entre sorbos de espumosa cruz de patrocinio, para asentir entre los platitos de embuchado ibérico, buscando un posible voto.
Aparecen los incansables al desaliento, los que siempre ríen las gracias del pueblo, mezclándose desenfadadamente entre los participantes, como despojándose de una púrpura que siempre le vino grande, vino fresquito, vino con sevenap, y también están los que no están, porque la voz critica hace que por la ausencia, siempre estén presentes.
La Encarnación, al no ser velada, aun siendo un cadáver, ni fiesta popular, como funeral romano, no tiene plañideras profesionales que llene de lamentos la estancia.
En la de los pájaros, de colocación vertical, como los antiguos sindicatos no aparece en el dolor del salmista de su historia, para que relate y proclame en gregoriano, las virtudes que tuvo cuando lucia el brillo de su pavimento, ni en ábside oriental aparece la escondida teológica para ensalzar su espíritu, al objeto de ofrecerle un mejor premio a su destino en otra existencia, cuando alcance, no esta efímera gloria, sino la mejor reencarnación. Nada de eso, para no tener, no tiene ni tan siquiera un concejal de tres al cuarto al que le preocupe el tema, para ser coherente con la ciudad y no con el capricho piramidal de una estructura, pero una cosa es lo que es, y otra la realidad.
El cable aéreo esta prohibido, pero allí estaba, pero por el pensamiento, cortito de luces, solo pasaba que lo que estorbaba era el arbolito. Ni por que se le indicara que el tendido, tal vez pensando en el que ahora frecuenta por el coso, puede ser modificado, dejó de pensar en la motosierra. Valiente plantel.

Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla 21 de Mayo de 2006

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