viernes, 25 de septiembre de 2009

A flor de piel

Huesos (Lo que faltaba)

Por los huesos se supo donde estaba el muerto, la mano del muerto. La siniestra resultó ser de anónimo dueño, o dueña, y apareció desnuda de carne. Puro calcio. ¿Alguien puede explicar que hacía una mano sola en la calle?
Como se ahondaba poco, no fue al meterle mano, que la sorpresa vino por olvidar los imbornales, y al profundizar nada, ¡zas!, apareció la mano con los huesos, que ya se estaba echando de menos, con tanto ladrillo y tanta historia, un poco de enjundia en el “cocido”.
La prueba ósea pone colofón a la callejuela que se hizo ancha. Callejón sin salida, sitiado por las alambradas de una actuación sorpresa, por inesperada e imprevisible, ideada en la casa grande, antes convento, que vaya usted a saber de que manga sacaron la ocurrencia.
Se sabía, y era lógico que, donde hubo convento, alguien perdiera la mano, como se pierde en el dominó, y en lugar de buscar al distraído, por si perdió tambien la cabeza con su memoria, lo sensato resulta ser, desde el punto de vista histórico, y hablando de memoria, colocarle un mallazo de hierro y dos cuartas de hormigón. Descanse en paz la mano que se perdió solita, ya nunca se podrá esclarecer el misterio de saber que hacia una mano por la calle.
Abandonando la formación, la setauno quiere, en vano intento, escapar por Regina huyendo de la quema, pues, aunque ignifuga, cuando la cosa se ponga calentita la madera es lo primero que arde.
Mas muerta que ayer, pero menos que mañana, la calle espera que lo de las setas sea el revulsivo que le devuelva el esplendor del pasado. La mano no esperaba menos.
En las escalinatas que conducen al botellodromo, se encuentran unas grandes chapas a semejanza de la carcasa del cangrejo de herradura, que lo mismo puede ser para el revestimiento, que para la cubierta. Nuevas modificaciones en los materiales, de quienes “hacenloimposible”, y a fe de que lo consiguen por dejar la plaza de la Encarnación que no pueda reconocerla nadie. Lo cual hace que la memoria recuerde lo de la foto, que al igual que San Agustin, aconsejaba que cuando los tiempos son difíciles, que nadie se mueva. Y después de lo de la mano, meterla es riesgo de perderla, que siempre sera mejor que la cartera, por lo cual, de ser así, lo de la Encarnación se puede inaugurar en cuanto se acabe la crisis.
Sevilla a 25 de Septiembre de 2009
Francisco Rodríguez Estévez

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