jueves, 26 de marzo de 2009

En la callada, un recuerdo

Memoria

Algunos lo recordaran, pero muchos mas, ni siquiera saben que, donde aquello que llaman setas, y veremos en que acaba, estuvo el mercado principal de esta ciudad. Se derribó para construir un nuevo mercado, y una mínima parte de los vendedores, aun lo esperan arrinconados en la provisionalidad.
Durante muchos años lo de la Encarnación convertida en solar, no parecía avergonzar a los munícipes, es más, parecía algo natural que aquello convertido en “belchite” estuviera allí, en pleno centro, y solo cabía esperar que, algún día, empezara a construirse la plaza de abastos. Lo que no se sabia es lo difícil que resulta ser construir aquí una plaza de abastos, a tenor de los múltiples proyectos, pero al menos, quedó claro que este de “las setas” hizo buenos a todos anteriores.
Antes que apareciera este polietapico y emblematico engendro arquitectónico, el solar, convertido en multiuso, fue campo de fútbol, auditorio de mítines políticos, calle del infierno, e incluso acogió tómbolas benéficas. Luego aparcamiento, y regulador de los autobuses en espera, hasta que convertido en campo de excavación, nos apareció la Hispalis, y tras abandonarse esta, la flora creció al punto de que muchos creían que aquello era un vivero, entonces aparecieron los gatos, gatos por doquier, y tambien, acomodó a la indigencia.
El magnifico solar, rodeado de acacias y delimitado por chapas de alquiler, ofrecía sombra y acerado al caminante, y aparcamiento, en cordón, en todo su perímetro. Sin ecologistas del verde que te quiero verde, la tala se cobró las primeras victimas, y de paso, los alcorques y su alineación. Sin recuerdo, no hay memoria, sin memoria, nada existió.
Por si lo olvidaron, aquello era un solar destinado a plaza de abastos en el que además de reintegrar a los vendedores el espacio que les fuera arrebatado, por los de entonces, que tuviera por la singularidad del edificio, moderno y amable, la capacidad por si mismo de mantener no solo el tradicional sistema comercial, tal como en Barcelona, la “Boqueria”, que fuera capaz de revitalizar la zona que, por la demolición del viejo mercado, se vio afectada seriamente.
Es cierto que puede gustar, o no, pero esto de “las setas”, aplaudidas, vitoreadas, laureadas, premiadas, y todo lo que haga falta, por los mismos, no ha dejado de ser la puerta, puerto, plaza, mercado, estación y aeropuerto, para que nos quede bien claro que cualquier ocurrencia ¡Ay, Alameda! que se propongan, se hace. Puede tardar más, o puede tardar menos, pero solo las ocurrencias que se empiezan son las que se acaban.
Se talaron las acacias, pero se cubrirán de sombras la arboleda que queda. Se restringe la circulación y se eliminan aparcamientos, mientras el prometido metro, junto al metro centro desaparecen de la Encarnación. El aparcar se va acabar, cuando antes se firmaba y rubricaba el gran aparcamiento, nada menos que de cinco plantas, con capacidad para 500 vehículos. Se protegerá la historia, y con la mas invasivas de las cimentaciones posible se destruye mucha de la que estuvo guardada en sus entrañas, acaso la mas valiosa de esta ciudad, por su extensión, llenaron las escombreras.
Escaleras para subir, y la rampa, a ninguna parte. Una azotea para los eventos, botellodromo para la juventud. Pásalo.
En zona saturada de bares y ruidos, 500 comensales aguardan, como los indigentes su techo. Mirador del miedo, ascensor de pago. Barrenderos en la madrugada recogerán los estragos de la movida, y en las noches estivales, la malta, la cebada, la cola y otros aditivos acumulados en los henchidos depósitos, formaran con la evacuación irremisible, cascadas por los escalones. ¡Que idea!
Una calle de nueva creación, competirá con las que cierran sus comercios. Y el mercado. Pequeño espacio. Pobre, Encarnación, la ridiculez, donde tanta largueza. El absurdo se apodera de la distribución del espacio asignado, el recorrido, lleno de columnas, se agosta con paredes de cristal y crea la descompensación en un viario desierto. ¡Reglamentos, y normas, para que os quiero! Y encima de todo, no, no son las fotovoltaicas, ni la sostenibilidad, ni la demora, ni las cámaras “On line” que cuelgan de las enormes grúas sobrevolando la Anunciacion, para anunciar lo de la Encarnación, encima de todo está el silencio. Ese silencio de la permisividad, del otorgamiento. El silencio de los placeros.
Sevilla a 25 de Marzo de 2009
(Día de la Encarnación) Hágase en mí según tu palabra
Francisco Rodríguez Estévez

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