lunes, 11 de febrero de 2008

UN ALEGRE BULLICIO

Un diamante

Del titanio, dice mi viejo diccionario, que es un metal químicamente semejante al silicio y al circonio, y que se utiliza para la construccion de aviones y cohetes espaciales, en pinturas, y para esmaltes de porcelanas, etc.
Imagino que toda la chatarra cósmica que se encuentra dando vuelta en el espacio en su mayor parte corresponde a este titanio, del que su revestimiento metálico hace brillar las sinuosas formas del Gugenheim. Pero lo que no sabía es que un tornillo de este material, con un peso de dos gramos, pudiera costar entre 700 y 1900 euros, dependiendo del prestigio del doctor que lo atornille al maxilar. Si fuera de circonio, aun en periodo de pruebas, la pieza se cotiza en la mitad.
Viene el titanio a pensar que el oro puede tener los días contados, y que con tantas toneladas volando, su precio se encuentre por las nubes, más si la demanda de estas piezas con rosca sigan siendo objeto de deseo, para los ciento ochenta mil, que cada año requieren que, sin perder la cabeza, le pongan esos necesarios tornillos, aunque la acaben perdiendo con los razonamientos económicos que tendrán que hacer para pagar el crédito, en este caso no a precio de oro, si no de titanio.
El mercado del oro, que en cierta manera tambien es el mercado del dinero, al contrario que el titanio, mas se está pareciendo al Titanic, por que la cosa no es tan fría como un iceberg, si no que está que arde como el Camden.
Sobre los rescoldos calientes y humeantes del mercado londinense, los responsables públicos aseguran la recuperación integra, como prótesis fija, de ese lugar no se hará esperar, pues de sus cenizas volverá para ser el mismo de antes y con ello la alegría y el bullicio de siempre, no en vano es el tercer lugar en numero de visitas turísticas, y no se puede quedar en chicharrón esperando una ocurrencia.
El de la Encarnación sufrió un incendio a mediados del siglo pasado y se acabó derribándolo, y después de 34 años en lugar de recuperarle le convierten en parasol, que más será Titanic hundido, Gugenheim de modernidad, e incluso perfecta boca para tragar, pero nunca volverá a tener una sonrisa de marfil, que como todo el mundo sabe, tiene mas valor que los diamantes.
Sevilla a 11 de Febrero de 2008
Francisco Rodríguez Estévez

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