domingo, 17 de febrero de 2008

OLVIDOS Y RECUERDOS

El monte del olvido
Cada año, por este tiempo que el coral no me deja el suficiente para escribir de la Encarnación, saco la caja (en este caso maletas), de los recuerdos, para no olvidar todo lo que se ha dicho, o escrito, y encuentro joyas memorables, como aquella que el ocurrente, en presencia de la responsabilidad competente, vino a afirmar que mientras más rechazo, mejor le venía al rompedor proyecto.
Concluido el quinario, y a falta de nuevas, este respiro para el recuerdo de la ultima que, posiblemente,( tuvo que ser por la fecha en la que se hizo), para que el anuncio de la demora de dos años más en lo de la Encarnación, mas pareciera, por grotesco, que algo tan serio, tuviera enmascarado ese matiz de la nevada, (cosa normal que sucede cada invierno en el norte de Europa), como para que pareciera cosa habitual que el blanco algodón de los helados copos cubrieran las azoteas de este calido sur, y adoptar por tal causa, el retraso justificable para realizar una previsión, pelin desmesurada, que no se tuvo, por insólita, pero que nunca está de más, por lo que pueda caer, que nunca se sabe.
Es asunto a recordar, esto de las imprevisiones, para que no queden como las cruces del bolero, en el monte del olvido. Pero, no solo la nieve, si no que con lo del cambio climático, parece que por aquí hasta la lluvia tambien anda distraída de memoria, y es que desde que acabó el carnaval, para dar paso a la cuaresma (que tiempo es de reflexión), entre catenarias y fernandinas, (que viene a ser pitos y flautas), comprobamos que lo de la Encarnación, con sus enormes patíbulos que parecen estuvieran clavados en el mismo monte, no acaba de romper la amnesia que se padece, y me da que todo va a ser debido al riego.
En esta fase de letargo en la que entraron las demoradas setas, la actividad de la ocurrente obra no tiene ritmo electoral, parece que el proceso, ahora en lentitud, tiene prevista una aceleración a nada que la Encarnación sepultada y resucitada por la gubia de Buiza, regrese hacia San Luis.
De momento, vuelve a las portadas por el fatal destino de encontrar allí otra victima de su propio desatino, y van tres, en este invierno casi primaveral. Tres mortajas de cartones, tres sudarios de abandono, a la puerta de las cajas.
Algo debe tener esas extrañas formas, para que en la retina de los sueños de tres personas, quedaran grabadas en su última mirada esa alucinante imagen. Al paso del tiempo, pronto serán olvido, como cruces del monte.
Al menos, en su tiempo, a paso de regreso, cuando acabe la amarga madrugada, y llegue, junto a los primeros rayos del sol a este lugar desfigurado, donde siempre le cambia el semblante, el desolador panorama se transfigurará por unos momentos, (escasos minutos), en los que siempre vuelve a llenarse de esperanza. Pero a nada que esto suceda, incluso se olvidará el nombre del monte.
Sevilla a 17 de Febrero de 2008-
Francisco Rodríguez Estévez

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