domingo, 24 de febrero de 2008

En el silencio

Grito ante el horror

Es posible que, ante la paralización que se sufre, que ni este salga. Los expertos dicen que las reacciones pueden ser diversas, siendo el grito algo comun, pero también es cierto que puede atenazar tanto que no deje salir por la boca lo mas mínimo. El angustioso bloqueo impide cualquier gesto defensivo, llegando al punto de cortar la respiración. ¡Dios mío!, cuando se está frente al horror.
¡Dios mío! Esa fue la frase exclamada por un experto de arquitectura contemporánea, de visita por esta ciudad, a nada ver aquello de lo de la Encarnación. ¿Y el Colegio? –preguntó. Lo apoyó, le contestan. Y los ciudadanos, ¿que dicen? Callan, fue la respuesta. A lo que volvió, mirando aquello, musitar ¡Dios mío! Lo que hay que oír.
Es eso de la Encarnación, ¡Dios mío!, un osado proyecto del que se llegó a decir que se le metió mano para romper vínculos de anteriores alianzas, y que tal vez se acometió con el único fin de sellar un pacto, pensando que, de no poderse llevar a cabo, siempre se podría responsabilizar, por tal motivo, a la turbamulta reaccionaria como causa de lo ocurrido. Pero, mira por donde, como que hay que comer todos los días, solo apareció el silencio, rompiendo la noche de los sueños, como lo hace una saeta en la madrugá. Silencio, pueblo cristiano.
Si acaso, los “reactivos conservacionistas” de siempre, junto con “los rancios columnistas” de toda la vida, y eso, es poco grito ante la “sordera cultural”, la “sordera urbanística”, la “sordera económica”, la “sordera pactada”, ¡Ay, Alameda!, que de un tiempo a esta parte se padece entre las plazas.
Grito del vecino al que sus paredes agrietadas les grita en las noches de espanto. Gritos de muertos en la Encarnación ¡Dios mío! Grito de senil vecino desahuciado, ¡mi casa!, grito de cristales rotos, en la Trinidad, grito de abuelas arrecogidas por San Bernardo, grito de postes negros, grito de tranvía imposible, grito por metro de nunca acabar, grito por Bermejales, grito en bolsa, grito en el Vacie, grito en Murillo. Grito en Los Pájaros. Grito en el Prado, grito en el Arenal, grito de bombero, grito de conductores, grito disciplinante, grito de nazareno, grito de perdidos azules cielos, grito de San Laureano. Grito de Gavidia, grito por San Agustín, grito de la Cruz del campo. Grita Basilio y grita Paco. Grito de retiro obrero, oficinas y casa de baños grito, y gritos de Marmadé el francés, y de Curtís el británico. Gritos en Pumarejo, ¡Dios mío!, ¿Por qué hay que gritar tanto?
Solo cabe pensar que como esto no sea cosa del riego, todo resultará ser que le faltan pilas a los sonotones.
Sevilla 24 de Febrero de 2008
Francisco Rodríguez Estévez

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