jueves, 1 de noviembre de 2012

Evacuación




Como casi todas las semanas llegó el camion, en esta ocasión bien temprano, para desplegar sus enormes mangas succionadoras al objeto de evacuar toda la mierda que genera el “ bicho” y que se acumula preocupantemente, atascando los pequeños depósitos realizados, dando por comprobado, que estos, fueron además de deficientes insuficientes.

El camión bombea de continuo, mientras los operarios bajan con la escalera buscando encontrar soluciones en la cacosmia que no estuvieron previstas.

Justo donde falta la puerta, puede verse al público que intenta pasar buscándola, incluso con el obstáculo que significa, cuando se lleva a cabo la pestosa evacuación, tener que ir saltando por encimas de gomas y tuberías, acaso pensando que, para evitar el nauseabundo olor que se genera en la calle, en el interior estaría a salvo. Pero no hay puerta.

En la entrada de servicio, cerrada intencionadamente, inutilizada acaso para que no sirva, inservible e irreparada, en este caso inutilizada por que servia, siendo entrada para el personal, incluso salida de emergencia, pues tambien allí existen estos acumuladores de mierda, justo donde los placeros solicitan la apertura de una que tiene una pésima justificación por cuanto, aunque evidentemente se utilizaría en sustitución de esta entrada inexplicablemente clausurada, (y que conduce directamente a los retretes) argumentan que al abrirse su uso permitiría disponer veladores en la calle, al objeto de que los clientes puedan fumarse su cigarrito.

Al salir de Regina, unos metros antes de alcanzar la sinuosa calle supuestamente comercial, cerrada al transito, y que en su modernidad abre con un sistema manual de plegado de sus lamas de metacrilato, suspendidas en un carril de toda la vida, llega un airecito desagradable, es el bajío que saluda a quien llega, impregnadole del calor que sale de su interior al ambiente de la calle, ya de por si enrarecido, por los distintos olores, y la combustión que tanto humo produce por el bombeo el camión de los desatascos.

En estas mañanas de lluvia bajar por la rampa de acceso de mercancías, peligrosamente resbaladiza por los aceites que pierden los vehículos que estacionan, supone un alto riesgo, mas cuando en el pronunciado desnivel tiene que sortearse con algún camión que coincida en su paso, y para colmo, durante el largo trayecto un potente chorro de aire permite respirar en profundidad la pura esencia del abomaso del bicho.

Así pues, podéis imaginar la escena diaria, que después de caminar por una media hora para llegar hasta allí, teniendo que dejar el coche en casa, por puro capricho de quien dispone las tareas del personal de vigilancia, tener que evitar que el chorro de aire caliente te impregne, antes de advertir que la puerta aun no ha sido desplegada.

Se hace pues necesario, para no descender por la peligrosa rampa del estacionamiento, esperar por si la suerte hace que alguien decida salir por la puerta de los retretes y aprovechar antes de que esta se cierre. No hay suerte.

El camión empieza su tarea y ya se nota en el aire lo que desprende aparte del gasoil. Aun falta un buen rato para que el vigilante recoja la puerta plegable. No viene bien demorar el tiempo cuando se tiene cierta prisa por comenzar, y no queda otra que descender hasta las entrañas con cierto cuidado de nos resbalar, y a ser posible con un pañuelo tapando tanto boca, como nariz, para llegar hasta el final, donde se encuentra los ascensores, y poder subir al laberinto. No me negaran que esto pueda ser una aventura, pero cada día es casi un suplicio, ¡que cruz!

Sevilla a 1 de Noviembre de 2012

Francisco Rodríguez Estevez

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