domingo, 2 de marzo de 2008

Mercado en campaña

El cartel

Es decepcionante saber que después de, nada menos que treinta y cinco años, muchas personas desconocen donde se encuentra el mercado provisional de la Encarnación, y algo peor, cuando otras lo creen definitivo. Si aciertan a pasar en estos días por allí, lo reconocerán por un enorme cartel amarillo, una pancarta eventual que, por los años que lleva allí colocada, parece que fuera, como su provisionalidad, una herencia que tambien le dejó el pasado a estas libertades.
Hay quien cree que es un grito permanente, como su cautiverio, que se repite, como un discurso de políticas vacías, diciendo desde haces muchos años las mismas palabras.
Ni se sabe el número de las campañas que pasaron desde que le colocaron, con tanta intencionalidad, como inutilidad. Nunca se le sacó mayor rédito propagandístico a un espacio, se diría que resulta tan inaudito que semejante mensaje, con fuerza, con corazón y cabeza, tal como los que piden votos a diestra y a siniestra, solo sirve para continuar igual que el día de su “pegada” demandando, con aquello del sueño, los “YA” inmediatamente. Mercado ya, si al proyecto. Menos Cultura, y más aparcamientos.
Pero no debe de confundirse en la frágil memoria, que al proyecto que se le grita ese “SI”, y el “YA” al mercado, nada tienen que ver con esas setas, ni con el extraño y ridículo mercado. Afortunadamente en lo de la Cultura, y lo de los aparcamientos, es evidente que tampoco, por más que aplaudan, les están haciendo el menor caso. Nadie puede imaginar, lo que hubiera sido al revés, y en su lugar pusiera “Seta, NO”. Impensable.
Bajo el arco triunfal de sus letras, azules, y rojas, pasan al interior, como un viaje al pasado, toda una trouppe de repartidores de propaganda, prometiendo ni se sabe, a cambio de que se le otorgue una confianza para que todo siga igual, o para que cambie. El cartel aguantará esta campaña, y con seguridad la próxima, pues lo que parece que importa, no es el futuro de los arrinconados vendedores. Es lo que puede percibirse, cuando tantos altos salarios de lo publico, en lugar de mantenerse en sus despachos, atentos a las obligaciones propias de sus ocupaciones, que es lo mínimo que se les puede pedir, se ocupan de pedir al publico para que los mantengan en sus despachos, obligados en lo mínimo y, como es propio de la ocupacion, atentos a los altos salarios que perciben.

Sevilla a 2 de Marzo de 2008
Francisco Rodríguez Estévez

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