jueves, 20 de marzo de 2008

Un palio de sombras

Pasos por la Encarnación

Mientras tanto llega el papel inapelable, ese que puede quitar los justos deseos pero nunca la razón, ese que en ocasiones imparte justicias injustas, ese que hace que ante el papel, en una espera sin tiempos, pueda advertir en demasiadas ocasiones que el mensaje no llega, pues, para que este sea rotundo, claro y contundente, lo ideal seria que fuera corto, y que para nada hace falta tirar por las ramas describiendo metáforas increíbles, inventar frases lapidarias, y textos para un psicoanálisis.
Pero, cierto es, que llegado a este punto álgido, (donde el silencio se ha pertrechado), resulte inevitable que frente a su blancura, inmensa blancura de desolación, donde en la nada solo se permite colocar unas líneas de palabras, pocas, para que estas puedan salir a la luz, para que puedan ser leídas, analizadas, y reflexionadas, más que para llegar a algo que pueda resultar impositivo, al menos, para pensar que no fue un inútil esfuerzo, si mal, la evidencia de los resultados, deja sentir que llega antes los pasos bailables de los chiquilicuatros.
Que podemos hacer cuando existen las diferencias pero no se advierten, pues no es lo mismo estar a un paso de tener por delante la sentencia del romano derecho, que con el izquierdo por delante tener el paso de la Sentencia con los armaos.
Así, los misterios del retraso inexplicable del metro, el tranvía de corto recorrido, lo de las incalificables setas y la incompresible Alameda, quedan como pasos dados, para ser desandados.
Son como esos pasos de misterios inescrutables de prendimiento con beso pactado de traición, de silencio ante el mayor de los desprecios, de “un no te la quiero dar” barriobajero, y de una urna triunfadora. La misma historia de siempre, el vamos a cambiar, el izquierdo por delante, a esta es.
Setas, o alcauciles. Metro y tranvía subterráneos, carril para peatón, ¡ya!, y Alameda, ¡ay! Alameda entre San Antonio y San Juan, por que de las palmas se encarga el de los bocadillos.
Dos líneas transgresoras, añadidas para que solo el atento lector, en esto que no es, si no más de lo mismo, descubra sin apasionamientos que hizo, para merecer esa condena.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla a 20 de Marzo de 2008

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