El silencio de los dos días pasados, en los que no pude escuchar su revitalizadora risa en el wapsap de voz, me tuvo triste y apurado ya me hacían temer lo previsible, en cuanto su delicada salud, e incluso llegue a pensar que se cansó.
El aviso de quedar hoy a las 11.20 me hizo acelerar cosas que hacer para alcanzar la puntualidad. Llego a tiempo y aguardo con impaciencia esos minutos que la espero pero no llega, se retrasa. Cuando alcanzo verla, me voy acercando y veo que viene con los ojitos de la cara, esos que me miraron como nadie nunca hizo, y deja notar la falta de aliento en una aceleración al corazón que la llevara al lugar que tendrá que mentir, lo cual es algo que nunca había pasado.
Se toma su tiempo cerrando sus ojos para hablar y aun parece mareada, pero no tenía más remedio que llegar para solucionar la justificación de la falta a clase de la niña. Una vez confesa de mentira regresa de la gestión con la secretaria del centro educativo, sale de una palidez preocupante, caminamos despacio a ninguna parte, aun confía más en el carrito de Julieta que en mi brazo que le ofrezco.
Han sido varios asuntos que me cuenta, los que le han vuelto a una sintomatología que conoce. Sentados en un banco de ola del romántico parquecito de juveniles promesas de amor, me dice cosas del ayer y que hoy nos permanece en el tiempo, el tiempo habla.
Reiniciamos la marcha pero no se recupera y buscamos otro lugar para descansar y tomar algo tonificante, perece que se encuentra algo mejor. Caminamos hablando de nosotros y se hace evidente que aun no le gusto, es cierto que algo me quiere, pero no tanto como yo la quiero, así tal como es, sin embargo para ella yo tendría que cambiar mucho y además me dice que quiere que sea como soy. Me lo explica a su forma, pero no la entiendo, aunque le digo que sí, que la entiendo. Que puedo hacer.
Hoy he perdido demasiados puntos en la valoración de pasar de amigo, a amigo plus, esto es cada día como los cinturones de judoca, va por combates ganados o katas de exhibición. No quiero cambiar, pero le digo que lo intento, pues según su información sigo siendo como el adolescente que la olvidó, y que ahora conoce con toda fidelidad, por lo que sesenta años han pasado para enamorarme y andamos en el juego. Se llama juego del amor.
Perder puntos no me hace dudar de mis sentimientos integrales desde el talón que piso, al dorado pelo, su duda me hace dudar de que alguna vez que otra, cuando me descoloca, aseverando en lo que puede ser y no es, cuando me dice lo que pierdo porque no gano, cuando temo equivocado y acierto en el error.
Ella me entiende, y sabe que si tengo que pedirle esos puntos que no logro anotar, mejor jugar a los médicos, o a las casitas, o a la comba, en los del amor se dan. Cierto que no es igual ni es lo mismo, ni valor y precio, ni jugar a jugar, ni querer por querer, pero si el amor se convierte en juego siempre tendrá un perdedor, entonces aparece la duda cuando se juega con el amor. Con el amor no se juega, decía la canción, que es peor.
Sevilla a 17 de Octubre de 2025