Es lastimoso ver aquello que, de por sí produce vergüenza
ajena, cuando cada día, sin que haya una sola excepción, tenemos el bochornoso espectáculo en el que un
considerable número de personas, tras el chasco, advierten que lo de la Encarnación
no dispone de puerta automática, mas cuando las observa como desorientadas en
vano intento tratando de encontrar una puerta donde la lógica les lleva.
Justo allí debería de estar la inexistente puerta, donde no la llevó a realizar la gracia germánica,
ni que decir tiene que semejante laberinto obtuvo el aplauso de los placeros palmeros posiblemente
por las prisas de alcanzar la deseada modernidad, acaso por abandonar la
provisionalidad eterna, que no repararon en la desafortunada colocación de las pesadas
puertas de hojas abatibles, por lo que entonces aquelllo de exigir que fueran automáticas
les venía lejos.
Concesionario, y concedente son dos responsabilidades que poco o nada parece que les preocupara este asunto de la plaza municipal de abastos, pues hubiera bastado leer el Reglamento Municipal, y así sigue la cosa tal como el primer día, y por tal causa en eso estamos, o continuamos, tal como en el principio para que al menos esto de la puerta automática no se dilate por más tiempo, dado que mas de cinco años ha sido tiempo mas que suficiente de haber existido la intención, para que posteriormente se proceda a subsanar los múltiples fallos que en este lugar, plaza de abastos municipal, ya fuera por emblemático, no se deberían de permitir y que son fácilmente detectables en la modernidad. A mirar.
Sevilla a 7 de Mayo de 2016
Francisco Rodríguez Estévez
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