Sin duda hubiera preferido que este día entre fiesta hubiera
sido el día de la puerta, pero que se le va a hacer, si es lo que tenemos. Tensa espera en tanta mentira.
Después de hacer sesenta y nueve, no hay descanso y me despierta una madrugada de costumbre para comenzar una rutina matinal. El tensiómetro marca una valoración algo alta que trato de reducir con el tratamiento que dispusieron para este corazón que me acompaña y que poco hago para cuidarle, salvo los largos paseos que me lleva a redescubrir el casco antiguo de esta ciudad.
Después de hacer sesenta y nueve, no hay descanso y me despierta una madrugada de costumbre para comenzar una rutina matinal. El tensiómetro marca una valoración algo alta que trato de reducir con el tratamiento que dispusieron para este corazón que me acompaña y que poco hago para cuidarle, salvo los largos paseos que me lleva a redescubrir el casco antiguo de esta ciudad.
Camino por la ronda solitaria y hecho de menos a transeúntes
con los que me suelo cruzar en día laborable, ni tan siquiera ha llegado el
deteriorado indigente que persigue a cuantos tiene a mano para extender la suya
implorando dos euros para comer.
Observo un palomo gris que tiene dificultades al andar y reparo que tiene en una de sus patas carmesí, la izquierda, un muñoncito gris posiblemente de una amputación accidental, la deficiencia le hace mas dificil obtener sus migajas de la calle, o sea que el palomo evidentemente estaba cojo.
El tibio Sol invita al paseo, pero apenas hay viandantes. No he desayunado y reparo en un bar con veladores donde todo el personal está dispuesto y anuncia calentitos, lo cual me lleva a trasgredir cambiando la saludable tostada con aceite de oliva que acompañe a café solo descafeinado y sin azúcar de cada día.
Observo un palomo gris que tiene dificultades al andar y reparo que tiene en una de sus patas carmesí, la izquierda, un muñoncito gris posiblemente de una amputación accidental, la deficiencia le hace mas dificil obtener sus migajas de la calle, o sea que el palomo evidentemente estaba cojo.
El tibio Sol invita al paseo, pero apenas hay viandantes. No he desayunado y reparo en un bar con veladores donde todo el personal está dispuesto y anuncia calentitos, lo cual me lleva a trasgredir cambiando la saludable tostada con aceite de oliva que acompañe a café solo descafeinado y sin azúcar de cada día.
Hoy será una ruta de plazas, y si son penosas las de
abastos convertidas en gastrobares, o en la precaria provisionalidad,que decir de las otras, el caso
es que aun no han dado con buenas ideas para recuperarlas, llego a la de Carmen
Benítez y es solo un elemento vacio donde la escultura de Antonio Machín
erigida hace nueve años es un leve
contenido, cuando en 1896, ciento diez años antes. justo cuando la de abastos de la Encarnacion tenia los setenta y cinco, se inaugura alli el gran regalo
de Dª Carmen Benítez a la ciudad, una escuela , y esa plaza que era de su propiedad, legandola
para esparcimiento y recreo de los educandos.
La de san Agustín es una cuña con una arboleda que merecería la pena ser cuidada y cuando menos parece lugar adecuado para en el futuro colocar alguna estatua que tenga merecedor, sin entrar en valoración con las existentes, que ya están, pues es lo mismo que lo de las setas, donde hasta se intentó retirar la fuente más antigua de la ciudad.
La de san Agustín es una cuña con una arboleda que merecería la pena ser cuidada y cuando menos parece lugar adecuado para en el futuro colocar alguna estatua que tenga merecedor, sin entrar en valoración con las existentes, que ya están, pues es lo mismo que lo de las setas, donde hasta se intentó retirar la fuente más antigua de la ciudad.
Llego hasta la Encarnación, plaza de la mayor indignación en la azotea de eventos y manifestaciones, la plaza de la fuente tapada por la estípite de la gran seta seis, y la laberíntica de abastos está cerrada al público. No me resisto y llamo al personal para que me abra. Me dispongo a llevar a cabo algún trabajo que decore el puesto para animar una presumible mala venta por eso de los puentes y a nada aparece tras el cristal un cliente demandando mi atención y solicitando le despache medio kilo de jamón, lo cual hace una venta inesperada. No hay puerta pero le indico que puedo abrir la de los servicios. Con los puestos cerrados, los vacios del laberinto de la galimatica plaza municipal de abastos se hace más palpable.
Al salir me tropiezo
con aquel desafortunado hombre, tal como el palomo deficiente en su búsqueda de comida, mostrando sus evidentes signos de tener trastornos que no es
ninguna tontería, al que casi siempre le doy unos céntimos por quitármelo de
encima, y que solo pide para comer. Hoy le pregunto que si le doy para comer se
marchará para su casa. Quiere dos euros pero solo le doy el que tengo, por lo cual tendrá que
continuar. Dándome las gracias, intenta darme la mano que esquivo advirtiendo la suciedad. necesita hablar y me cuenta que trabajaba en el Parlamento, y que
tuvo un accidente de automóvil, la mala suerte es que ni tiene paga, (eso es lo
que me dice) ni tuvo indemnización del accidente.
La plaza del Parlamento antes se llamaba Andueza, y era calle. Recorro la muralla en su trazado. En pocos metros llegaré a casa despues de un paseo en el dia de puente.
La plaza del Parlamento antes se llamaba Andueza, y era calle. Recorro la muralla en su trazado. En pocos metros llegaré a casa despues de un paseo en el dia de puente.
Sevilla a 7 de Diciembre de 2015-
Francisco Rodríguez Estévez
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