domingo, 21 de febrero de 2010

Un capricho para quemar

Protegido por “Burro”

Dicen que se dio el gusto de quemar toda la madera sin tener que dar explicaciones, pero nadie entendió que su capricho pirómano fuera para modernizar la decrepita y envejecida ciudad.
Este episodio antojadizo, que no caprichoso, y nada nuevo en este momento( que nada sorprende), aun siendo algo descabellado, tampoco puede ser entendido, tal como aquel que tuviera la ocurrencia cuando estaba protegido por Burro, con mayúscula.
Los nuevos tiempos hacen que estas decisiones puedan explicarse para que una vez que todos, si no las entienden, al menos puedan ver, oír, y leer las declaraciones expresadas y vertidas en los medios. La ultima ocurrencia, el plan del trafico en el centro, “convertido en un infierno” (totalmente quemado) por las medidas restrictivas, sirve de ejemplo, pues con la protección empleada, acaso con el método " equus asinus" tomado como propio, resulta que este asunto es algo realizado por necesidad, un esfuerzo para facilitar la movilidad de las personas, y que en absoluto se trata de un capricho, por mas que lo parezca. O, no.
Que nadie tenga dudas, ni valen los rodeos, (bueno, los rodeos son inevitables) “en este asunto, que esta totalmente estudiado por la gente que sabe, como las que están aquí sentados”. La mesa llena.
Por suerte lo de la Encarnación, es evidente que no estuvo totalmente estudiado, (siendo capricho, y no necesidad), por ninguno de esas gentes que tanto saben de lo que saben, y están sentados en la mesa, pero que de setas que ni les hablen, por si acaso.
Lo que pasa es que con la madera de la Encarnación, todos sabemos que no le ponen final al misterio, pues aun falta lo del dedo en la llaga y las lenguas de fuego, y con lo del capricho restrictivo, lo que hace es que enciende algo mas que las pasiones, cuando la cosa se pone calentita, con protección, y que arde, a pelo.
Que hubiera pasado si lo de la Encarnación hubiese sido una necesidad, y todo hubiera sido estudiado por toda esa gente que sabe, al menos tanto como las que por lo que saben están sentadas en la mesa.
Nadie puede imaginar el desconocido resultado, pero a tenor de lo estudiado, superarían en la pega al mismísimo “Germánico”, al indolente “Cómodo”, al elegante “Petronio”, e incluso al protector “Burro”, y lo que nos dice los hechos es que prenderle fuego a la madera, no fue ningún capricho.
Sevilla a 21 de Febrero de 2010
Francisco Rodríguez Estévez

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