lunes, 14 de diciembre de 2009

Tablas de multiplicar

Tablas de salvación

Irremisiblemente hemos perdido la Encarnación. Es lamentable pero cierto. Nada volverá a ser igual, a menos que en las próximas décadas se elabore un plan de recuperación de la memoria ciudadana, y acaso entonces, vuelvan los autobuses, (y el solar), si es que no hacen un mercado como los de toda la vida.
En nada parece preocupar a la responsabilidad lo de la madera de este ¡mas, madera!, pues siendo la cosa cuestión de tablas, no en vano, en histrionismo andan sobrados.
Haciendo hilo con lo de las tablas, las cajas, y la madera, lo de la Encarnación acabará como empezó, tal como su primera plaza de tablas, tal como en un principio la ciudad, por lo que no es asunto baladí que, después de tanto tiempo, pudiera quedarse, una vez más, empantanado en el viscoso cieno de la indolencia, donde todo es engullido, (con lo que lleva costado), por el fitófago depredador. ¡Más, madera!
No cabía tal final, ni tampoco tal y tal. Acaso por el talante, y el talente, que viene del griego y del francés, para llamarle peso, plato del peso, plato de la balanza, plato de lentejas, tiro al plato, plato, al fin y al cabo,(típico a la postre) lo que hacia que no se podía permitir semejante remate de los tomates, naturalmente, con las setas. Y si hace falta madera, y mas madera, nada mas facil que firmar créditos con la caja, la cajera, el cajista y el cajón, que al ser todo de madera viene bien con champiñón.
Una vez resuelto lo del dinero, el maldito parné, la manteca, la guiíta, desaparecerán definitivamente todos los inconvenientes y volverá la madera, con toda la madera, sus tablas a colgar, como en Otoño las golondrinas, para revestir de nidales el icono del tiempo rosa, cual flamenco marismeño, para transformar, al punto de no tener quien reconozca en esta deposición, que no parto, una encarnadura engendrada en los servicios, como si fuera un pacto, que mas pareció ruinoso que de progreso.
El problema está en los ajuste de los costos, tanto de inversión, como los de aportación, tras la devaluación per crisis y demoras per se. Punto en el que aunque la cosa parezca dura, siempre quedará algo para hacer caja. Otra cosa serán las valoraciones, cuando la declaración efectuada advierte que el costo final no se puede saber hasta que todo acabe, es decir hasta que se cancelen todas las deudas. Pensando en que una sola tabla bastara en esta avenida para agarrarse.
Igual pasa con los comerciantes, que en la casmodia del aburrimiento ni siquiera son capaces de de valorar el costo de tanta provisionalidad, que le vamos a hacer, si boquiabiertos por el epatante futuro de las cuentas que les hacen, son incapaces de hacer las propias. ¡Más, madera!
Sevilla a 14 de Diciembre de 2009
Francisco Rodríguez Estévez

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