viernes, 7 de agosto de 2020


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Normalidad

Se hace difícil llegar a la normalidad donde todo resulta fuera de ella.
 Ya, cuando en la provisionalidad se empezó a alcanzar la rutina de cada día como si la situación perduraba en un tiempo interminable ,y en la anormalidad todo parecía, nada menos  que todo fuera normal.

Siendo  aquello por años que pasaban,  un tiempo de esperanza, aquel que bajo las chapas hacía pensar que algún día habría una vuelta a la normalidad, y que se poco a poco se hizo normal con el tiempo.
 El olvido de las razones iníciales, por las que ya no fueron tres años los previstos, y se pasaron siete lustros anormales en la normalidad mas incoherente, en los que la automutilación llevó al canibalismo de los propios en un criterio de supervivencia a más puro estilo Mariano de cuanto peor, mejor para todos, y cuanto peor para todos mejor  para mi, el suyo beneficio, que distaba mucho de que fuera el mayor interés para los enjaulados vendedores. Los siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir. Lo mismo se dijo de la torre. Siempre palabras.
¿Pero cómo salir de aquella mascarada de la provisionalidad?  Los “pobresitos placeros” estaban muy ocupados dentro de la normalidad en alcanzar la proporción reductora del equilibrio que les llevaría a la normalidad, según palabras del alcalde que solo era medico y soñaba patochadas, y regalaba promesas.
¿Que sería el equilibrio que había perdido los vendedores de la plaza de la Encarnacion?, Un equilibrio, de toda la vida antes de que esta fuera expropiada para que fuera recinto municipal, por lo que todo estaba en el alambre del cambiante consistorio que por treinta años estaba sin zorra idea de cómo poner normalidad en la anormalidad tardo-franquista de provisionalidades eterna. ¡Estos irresponsables!
La pandemia, detonante y espejo de la crisis de salud pública ...La vanguardia y los palmeros, hicieron creer que la normalidad es la anormalidad y que la estación del metro en Metropol prácticamente es una realidad, que los aparcamientos perimetral solucionaran el trafico que el automóvil, como símbolo de los tiempos, creara bajo la alargada sombra de las setas no solo la locomotora del comercio, la sinergia del sector y el emporio de riquezas en una zona calificada de saturada de bares y ruidos. Las cosas cambian cuando llega la normalidad. La plaza de abastos, no es la plaza.
En el fanal de lo de la Encarnacion, plaza municipal de abastos, la normalidad ahora lleva el tiempo pausado como de una provisionalidad de siete lustros, como el tiempo pasado no hay prisas, y aunque ya se inició el periodo antropófago de fagocitarse, la normalidad evidentemente será algo anormal que acaso no se lleve siete lustros, pero cabe la posibilidad de que la plaza municipal no llegue a la normalidad que como tal se pensaba en la provisionalidad eterna que se llegaría a alcanzar.
Hace temer que bajo setas no se alcance ninguna de las medidas anunciadas para recobrar la nueva normalidad, mucho menos que les llegue a los vendedores de la plaza municipal de abastos algo de los miles de millones que se anuncian, lo mismo lo normal sea que los placeros pasen tantos años como en la provisionalidad todo un tiempo para que lo normal sea la propia anormalidad. Nadie piensa que sea fácil permanecer en la anormalidad, pero puede ocurrir que todo parezca normal, y el embozo  a modo de hikab sanitario oculte la mueca, la sonrisa del visaje, como elemento fundamental de un dialogo. Lo normal será callarse.
Sevilla a 7 de Agosto de 2020
Francisco Rodriguez f

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