sábado, 8 de agosto de 2020


Almacenaje y Expedición de Carne y Productos Cárnicos (40 horas ...

Lo que me faltaba

De siempre fui de mucho sueño, ocho horas me resultaban insuficientes, pero a nada que me hice mayor mi reloj biológico puso la alarma en hora intempestiva, más propia de crápulas, cuando no tengo ni ardua tarea, ni que acudir para iniciar la jornada de trabajo en lonja y almacenes. Son las cinco.
Lo peor es que ni respeta los domingos ni festivos, ni tan siquiera esos que con el antifaz se nos viene retardando el comienzo de la actividad casi a la hora de cierre. Al menos el calor de la noche no me produce un insomnio que no pueda ser vencido y entre melisa y marialuisa acabo en la desnudez sobe la sabana camera con la ayuda de ·noctamid y la amapola de California.
En la profundidad de la oscura noche la brisa entra por el balcón y compruebo que entre sorbos de manzanilla con anís, que los números de la once me resultaban distintos. Los pensamientos me llevan, siendo imposible volver al sueño, a pasear por las solitarias calles tal que fueran las cinco de la tarde. Casi produce miedo ver una ciudad confinada.
Hago planes para preparar una estrategia de venta, dando por seguro que no se producirá, e imagino todo lo puedo hacer, lo cual me lleva a preparar mas artículos por si se diera el caso. ¿Pero cómo se me puede ocurrir tal cosa? En esta pandemia, madre de todas las espongiformes, crisis de las crisis, guerra del golfo, ora pro nobis, lehman brothres, adiós a las pesetas, qui toli pecatta mundi, 43 grados a la sombra y distancia social, quien piensa en acabar un mostrador de Navidad de las de antes. Cosas de riego.
El calor derrite los sesos, funde las ideas y el de  la noche confunde. Nada,  a las seis y treinta aun todo es negro,, el expositor en marcha para bajar la temperatura, las bandejas listas y las mercancías salen de la refrigeración para ser colocada en disposición atrayente.
A la derecha cerdo ibérico, lomos, solomillos, presa, chuletas, carrilladas y burger especiales. En la parte central se colmata de chuletas de lechal, hígado de ternera, rabos de añojo, entrecot de retinto, solomillo de añojo, cadera, babilla, puntas de tapilla,a la derecha, chuletas de cerdo, cabeceros, cinta y solomillos, costillas, panceta, manitas y orejas de cerdo blanco. Completa lenguas de ternera, patas de ternera, entrañas, vacios de res, y los siempre presentes avíos de cocido con chorizos y morcilla ibéricas, se  remata con tacos, taquitos y lonchitas de jamón de cebo, Salchichas frescas, quedando en la refrigeración, redondillos de ternera, pez, aletas para rellenar.

Era un gran mostrador para acaso el peor día, a las once, habían transcurrido cuatro horas y un nuevo café con tostada por aquello de si quieres vender, ponte a comer.

 Nada. No son horas pero el público no llega y lo mismo es mejor ir retirando algo del espectacular mostrador de ideas equivocadas.
Poco a poco las piezas duplicadas son guardadas, será suficiente con la mitad del genero. Son las doce, la decisión está tomada hay que tocar retirada.
 Solomillo de ternera, carret, de lechal y entrecot de retinto cuelgan en los ganchos de la cámara frigorífica. Se inicia una débil venta de poco montante y pelin caprichosa. La una urge guardar la cadera y uno de los lomos ibéricos, otra tanda de público, compran chucherías, se terminan las orejas, lomo de cerdo y solomillos de cerdo, los solomillos ibéricos van saliendo y los trozos de ternera para picar o guisar, la cadera intacta, las picaña, se guardan, el desorden hace ver una venta que no sucedió, se aprovecha para ir limpiando las bandejas, se acaban las presas ibérica.
 Una y treinta, desmonto la máquina de picar y mi cliente  Lorenzo quiere un cuarto se la pico a mano es para una carbonara. Casi listo para dar por finalizado el mal dia de venta acaso el peor de este tiempo de la peor de las vacas locas y me aparece la señora de negro máscara negra con banderita roja y gualda para decirme que mi mascara no me cubre la nariz. ¡Lo que me faltaba!
No le contesto, me parece una persona mayor, y me lo indico con cierta educación, pero vino a decírmelo justo a mí.
Así nació el cubrebocas La gestión de venta me lleva a preguntar si quería algo una vez que cubría las fosas nasales. Una compra que apenas generará un beneficio de 45 céntimos, y soporté la discreta acusación de que cabía la posibilidad que mi nariz parcialmente cubierta hubiera contaminado el producto que adquiría, por lo que no me quedó otra que arrojarlos a la basura para evitarle su compra.
No obstante la señora aceptó llevarse el “contaminado producto” para lo cual tuve que soportar toda su experiencia como afectada y  ya curada, por lo entendía que estaba libre de contagio.
No me quedaba más que cerrar y salir corriendo de un mal dia.
Sevilla a 8 de Agosto de 2020
Francisco Rodriguez

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