Digo que si varía, y tanto, espero que puedan comprobarlo, pero es que
no es lo mismo setenta que menos, y es
que llegado a los setenta demasiadas cosas se nos cambian. Ahora septuagenario llevo
un tiempo apático, parece que el sistema inmunológico también se ha cansado
y ha dejado de proteger como debería de
ser su obligación.
Igual sucede con las ganas de escribir lo que acontece en
esta Encarnación del disparate, donde por continuados y reiterados parece que estos
se hace a la normalidad, como a los setenta el colesterol, el azúcar y la tensión,
por no decir nada de la circulación, la artrosis, y una larga lista de
deficiencias, tantas que tal parecen cuantas encontramos en lo de la Encarnación
desde antes de su concepción, y no a los setenta años, ya que se hace bastante difícil
que llegue a cumplir dos provisionalidades.
Ni que decir tiene que cada día se observa como los placeros
anuncia con carteles sus ganas de abandonar ese lugar que apenas es negocio solo
para unos pocos, y tratan de huir a la baja con traspasos de la señorita Pepis,
en los que con dificultades tratan de endosar el regalito a nuevos incautos que
tendrán que dirimir su difícil permanencia conjugando costosísimos gastos y bajísimas
ventas.
Después de setenta años, que no son pocos, se hace natural pensar
que la devaluación de las plazas de abastos no solo ha sido causante la
irresponsabilidad de cuantos responsables pasaron inanes por este asunto que
poco beneficio político le podía reportar, y tampoco se diría que fuera por el
desacierto micologico llevado a cabo, pues gran parte de lo ocurrido
corresponde a los placeros, mas viendo los derroteros que llevan el pésimo futuro
de las plazas municipales en esta ciudad. No quiere decir que en otras ciudades
sean elementos generadores de comercio, tal como se le auguraron a esta bajo
las setas, pero es evidente que en los municipios que valoran estos
tradicionales comercios se convierten en centros de interés.
En la plaza municipal de abastos de la Encarnación, lo más fácil
es ver a los desorientados clientes buscando las puertas mal colocadas, lo cual
hace crecer la dificultad para acceder al laberinto.
Entre las deficiencias que
venían desde el principio, nos la descubren cada día los pequeños que vienen de
visita y tapan sus narices, ante las fatiguitas que les produce su repugnante
olor acumulado por una falta de aireación. Lleva esta plaza municipal más de
cinco años sin colocarse las puertas automáticas, tal como procedería para
cumplir con la Ley de Accesibilidad, acaso sea en breve cuando la coloquen, tal
como tengo la promesa del Sr. Alcalde de Sevilla, la palabra del Delegado de
Casco Antiguo, y el compromiso del Delegado de Cultura por si acaso recuperamos
a la diosa Ceres para esta plaza municipal, como atractivo cultural del desangelado
espacio.
Con menos de setenta, también parecía que desde la responsabilidad,
hoy irresponsable, esta tenía la misma intención. Por suerte, hoy recupero las
ganas de contaros que la situación está igual, pues mas parece que nada haya
podido cambiar, y crean que existen diferencias entre los setenta, y cinco menos.
El urbason me ha servido de ayuda.
Sevilla a 9 de Abril de 2016
Francisco Rodríguez Estevez
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