domingo, 29 de noviembre de 2015

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Vacio

Hubo un tiempo que parecía ser el termómetro económico de la ciudad. Un paseo por su interior y mostraba al diverso publico de distintas clases sociales, y por el estado de abandono , o conservación de estos, daba una idea de sus dirigentes.
Siempre aquello fue un lugar lleno bullicio en el que se podía tener referencias no solo de los productos que en la costumbre son propios del consumo de la ciudad, sino también que siendo un lugar en la que observar a la gente, nos hace encontrar( una vez dentro de los singulares edificios) tanto la palabra, como hacernos la idea de los habitantes que hacen sus compras. Pero eso ahora solo ocurre en la Boqueria y Santa Margarita de Barcelona, el Maravillas de Madrid, o el Central de Valencia, que fueron referentes de siempre, para esta Encarnación que definitivamente acabó siendo un laberinto donde los diezmado vendedores llegaron después de siete lustros de una provisionalidad enjaulante e insufrible.
Ciertamente pocas cosas hay mas patéticas que contemplar una plaza municipal de abastos solitaria y sin publico, como si de un espacio vacío, estando tan lleno, se tratara.
Colmatado los mostradores con la plata del pescado fresco y el cromatismo de los magentas que muestra el marisco sobre los lechos de nieve. Allí donde los rastreles se colmatan de perniles de la sierra, y los embutidos forman cortina de singular decoración. En cuyos puestos los vendedores combinan todo el colorido de las frutas, incluso las más exóticas, que las muestran junto con el verdor de las verduras y hortalizas, formando barricadas con la morada lombarda y remolacha, los blancos de puerros y nabos, el ocre de la patata y el ciclamino de las fresas o los naranjas de las mandarinas, calabaza, y batata, dando una espectacularidad  que de por si  ya merece un paseo en esto que antes fuera santuario de los sentidos.
Resultado de imagen de el vacíoAllí, donde ahora el desértico viario aparece desolado, donde ya no cuelga ni la roja, carne de ternera, ni la rosada del cerdo, pues son colocadas en mejor arte dentro de las vitrinas panorámicas .Donde los olores como consecuencia de las deficiencias se dirian que son impropio. Alli en el interior de un recorrido galimatico de aleatorias puertas. En el laberinto de la plaza municipal de abastos de la Encarnacion el vacio forma parte de cotidianidad, ya apenas hay bullicio, y solo el cosmopolitismo aparece para que los grupos del Oriente aparezcan para deponer sus necesidades fisiológicas y evacuar los esfínteres, y también algunos fines de semanas los foráneos, ya sean del exterior o de provincias, se aprecia que pasean por el laberinto, aquellos que logran dar con la puerta.
Tendría alguna solución acabar con el vacio reinante en esta plaza municipal, seguro que sí, pero se hace más difícil pensar que esta se pueda encontrar donde no se piensa en encontrarla, visto que pasaron cinco años, y no pueden colocar la puerta, pieza fundamental, en el sitio que la lógica indica.
 En el primer año abandonaron cinco placeros este lugar donde no llegan los clientes a todos los puntos, debido a un malísimo y deficiente diseño que al parecer es imposible que se pueda modificar. En el vacio los traspasos están a la baja y nadie los realiza por los costos desmesurados y por la falta de  interés en los munícipes, por llevar todas y cada una de  las soluciones que  no solo es una puerta automática, por mas que esta permitiría el acceso al objeto de que cuando menos pueda entrar el publico que pueda acabar con el vacio que lo hace patético, por más que nos pese.
Sevilla a 29 de Noviembre de 2015-

Francisco Rodríguez Estévez

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