La provisionalidad eterna es una medida de tiempo que tiene
una duración de treinta y siete años dos meses y diecinueve días. Ese fue el periodo
en el que los placeros de lo de la Encarnación soportaron en un insufrible
bidonville bajo los asbestos. Parecía que aquello nunca se iba a terminar pero evidentemente
todo dura lo que dura.
Aquello que empezó en idilio con el consistorio hacía temer
que fuera como un matrimonio a la antigua, un vinculo indestructible de los placeros hasta que la muerte lo separe. No será posible
que sin rectificaciones lo de las setas dure una provisionalidad, pues cuando se ha cumplido el
primer lustro, que también es medida de tiempo, se le acelera un final galopante
como la propia vida.
En la puerta del templo de la Esperanza me encontré con quien conocía de hacía
muchos años de compartir afición. No lo veía desde hacía más de un lustro. Tenía
buen aspecto para ser octogenario avanzado.
Cuando le pregunte por su esposa, me comento
que había fallecido al sufrir una caída y recibir un fatal golpe en la cabeza. Más
de sesenta años como pareja, y en menos de uno, desde que ella encontrara la muerte, el
ha vuelto a encontrar, inesperadamente dice, lo que llama una nueva vida. Dos pisos, dos sueldos. La muerte, en
ocasiones, hace la vida menos dura.
Tengo el convencimiento que lo de la puerta, después de
pasar un lustro no puede llevarse mas tiempo, y se colocará antes de que la laberíntica plaza
municipal de abastos alcance la muerte comercial, y tenga la metamorfosis de una nueva vida gastrobarica.
Justo allí, donde hace para un lustro, que espero a diario que lo antes posible se instale la puerta que busca el público inútilmente, nos
encontramos con un compañero del colegio, de cuando niños, de los años cincuenta, no somos
amigos, pero siempre nos hemos saludado en cuantas ocasiones nos cruzamos a lo largo
de toda la vida.
Resulta que cuando le pregunto qué hace para estar tan fino, su señora, septuagenaria, me informa los motivos, y me dice que ha sido un verano terrible cuando ha estado
a punto de que se le agotara la duración de un ciclo vital cuando inesperadamente le llego el bocado en el corazón del que por
suerte pudo salir por la puerta, que le conduce a la vida.
Les cuento que este verano, duro verano, la cosa estuvo dura,
donde lo inesperado parecía ser lo esperado en la desértica calle, donde los
mordiscos no fueron al corazón, pues los más duros no fueron al anular, por más
que perdiera cacho, y que después de más de cien días aun necesita medicación, pues el
mayor bocado lo tuvo la cartera de las malas ventas.
El laberinto de las setas y sus aleatorias puertas lleva un
lustro sin que le ponga la salida, y entrada a la misma vez, doble uso, por más que parece que se puede salir de la
crisis, mas difícil se hace poder encontrar la puerta automática de entrar y salir sin manos, que siendo
algo tan fácil es, por lo tanto, de obligado cumplimiento por la Ley.
Me alegro de que mi octogenario amigo encontrara una puerta a
la vida con su nueva pareja, dice que es duro vivir solo, que sabe nadie. Me
satisface que mi compañero de la infancia haya podido salir de la UCI, por la
puerta, y que esta le lleve a esa nueva vida que el tiempo le ha regalado. Pero
sobre todo me entusiasma saber que en el grupo municipal socialista se trata hacer
cumplir la palabra del Alcalde, Juan Espada, y cualquier día le dan el bocado
al cristal y nos aparece la puerta automática,
por donde entre la nueva vida, y los nuevos clientes puedan entrar mientras dure, que ya un lustro
no es una provisionalidad pero………. a mis años, que menos que dure.
Sevilla a 17 de Octubre de 2015
Francisco Rodríguez Estévez
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