viernes, 26 de junio de 2015

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Los putrefactos

Un año me llevó suspendido de voz y voto en esta mas que putrefacta, cadavérica sociedad de placeros, por cuanto las declaraciones realizadas en los medios advertía el hedor que  se podía apreciar dentro del laberintico trazado de lo que debería ser una diáfana plaza municipal de abastos, pero que en su lugar realizaron algo semejante, que no era necesario ser adivino, para advertir el fracaso al que ha llegado en la actualidad.
Ni que decir tiene que entre los habituales atascos que causa la pésima instalación del alcantarillado, la modernidad también omitió la colocación de renovadores de aire, lo cual hace que sea el mismo viciado de los propios olores amalgamen el olor que allí se aprecia y de qué manera.
 Cierto es que la noticia, objeto del malestar que causo a los placeros, no fue decir lo de putrefacto, la causa es que el periodista utilizó “nauseabundo”, y eso evidentemente le sentó muy mal al personal adscrito.
Se pueden imaginar lo que me supuso tal castigo en esta cooperativa de comerciantes, que aun tendría que explicar porque se continua en una actividad, por cierto nunca aplicada en cooperativismo, y con los objetivos estatutarios rebasados, lo cuan desde hace años es un colectivo insepulto al que abría que, cuando menos, para no moverle y largue tela, que incinerar. Otra cosa es lo que deje.
Seis años tiene el nieto de mi compadre Juan. Se llama Ismael y parece mayor, casi de ocho, debo de confesar que me ha sorprendido el vocabulario que emplea el chiquillo, con pronunciación perfecta y no fue para menos que para emplear el olor que sintió al llegar a la Encarnación lo calificara de “nauseabundo” igual que el periodista. No tengo ni idea de cuando pude aprender esa palabra, pero seguro que no con menos de diez años. ¡Estos niños!
Pero este, seis años, continua explicando, y así me lo confirma su abuelo que, cuando llega al fanal llamado plaza municipal de abastos de la Encarnación, el niño afirma sin ningún género de dudas que el nauseabundo olor que viene percibiendo, de aquí procede.
La verdad es que tengo que darle las gracias por su sinceridad, pues a la peste cuando se huele a diario se nos pasa desapercibida a menos que una tormenta mueva el deficiente alcantarillado o las letrinas acaben atascadas por la indigencia, o por los grupos de asiáticos que alcanzan allí a realizar sus evacuaciones.
Por si fuera poco Ismael, seis años, al igual que otros niños también se ha dado cuenta que allí falta una puerta de las que se abren solas. Como no es cuestión de mentirle, le dije que el nuevo Alcalde me ha dicho que quiere abrirla, igual que el anterior, y por lo menos un poco de aire entraría para ventilar aquello.
Solo tengo que esperar que el nuevo Alcalde le envíe la comunicación por escrito a la concesionaria, que además de adjudicataria es la constructora, pero no sé si lo de la peste y lo de la expulsión del nauseabundo  aire caliente en lugares inadecuados entraran en esas medidas paliativas, antes del que el cadáver, se seque y ya no huela a lo mismo.
Sevilla a 26 de Junio de 2015

Francisco Rodríguez Estévez

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