
Hace justo
cincuenta años se formó la cooperativa de comerciantes del mercado de la Encarnación,
con el objetivo de una vez condenado por imperativo municipal ,y fuera
derribado el viejo edificio, hacer que en lo posible, y a la mayor brevedad, disponer
de uno nuevo ,tres años máximos) para que volviera el mayor numero de los
comerciantes que en aplaste mayoría se afiliaron.
Era
previsible que ante la imposibilidad de espacio destinado para el nuevo, de que
retornaran todos los posibles, mas, eran tantos en su número que tuvieron que quedar
dispersos en distintos lugares de la ciudad a modo de plazas provisionales, y
en este objetivo fundamental de la cooperativa, se realizaron distintos
mercados al objeto de cubrir los derechos de posesión que estos socios tenían
como titulares de las licencias municipales de venta en el desaparecido mercado
construido en 1820, y mutilado en 1947 donde quedó reducido a la mitad de la
superficie original, para finalmente llevar a cabo su total demolición en 1973.
Con las
bendiciones del cooperativismo que el régimen tenia implantado como sistema de creación
de nuevas empresas apenas se escucharon voces defendiendo el edificio de ciento
cincuenta años, sin protección patrimonial. Era tal el apabullante deseo de la
mayoría, que por cierto no eran propietario, pues era evidente que con esta
nueva situación sin propietarios, una
vez cobraron la pequeñísima indemnización, no hacía más que igualar el derecho
de nueva ocupación a los 93 vendedores, socios de la cooperativa, que se
pasaron media vida bajo las chapas de asbestos, del unas instalaciones
provisionales que duraron once veces más del tiempo previstos de tres años, alcanzando
más de 37, hasta que apareció esta cosa de laberintico diseño y galimatica
disposición bajo las setas, que solo dio cabida a 38, por lo que de esta
lamentable forma, quedaron zanjadas las cuentas con los placeros que jamás hicieron las suyas, y nunca los
demás se mostraron solidarios con aquellos que se iban quedado en el camino pues
de siempre aplicaron la mutilación fratricida del cuerpo social en un erróneo
proceder, a menos mas tarta.
Una vez cumplido el objetivo social
fundacional, habiendo quedado convertido finalmente en ese mínimo número de
afiliados, apenas un reservorio que no
tiene razón de seguir por cuanto es en la Ley de Cooperativas andaluzas, y los
propios Estatutos los que dejan claro que hace mas de cuatro años que se
evidencia que su continuidad como cooperativa obedece a otros intereses, que
como dijo el doctor Sánchez de la Encarnación, que no se explica “Porque no se entendería”..
Viene todo
esto a que, por lo tanto, esta es una
cooperativa caducada en sus objetivos, y que los representantes, como los asesores, perdieron toda legitimidad, por más
que su altruista interés en permanecer mas perjudiquen al desarrollo de los
posibles nuevos objetivos que se proponga el reducido número de comerciantes,
cada vez inferior por cuantos abandonan estos pésimos negocios, a tenor de la
deficiente conformación del laberintico espacio, imposible para plaza municipal
de abastos.
Con esta
debilidad .difícil se hace tener que exigir a las dos responsabilidades que
instalen la puerta automática, como primera acción de otras muchas carencias y
deficiencias que esta plaza municipal de
abastos requieren ser atendidas. Es de temer que ni caso, pues después de tanto
tiempo se interpreta que saltarse a la
torera la Ley, es cosa sabida.
Sevilla a 25
de Enero de 2015
Francisco
Rodríguez Estévez
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